El Quehacer Político a través de las visiones en papel///Karla Flores///La Résistance

Por Karla Flores
… La noticia de su muerte me llegó como llegan todas las tragedias verdaderas: sin preparación y sin sentido. En cuestión de segundos, el mundo se tambaleó. Una persona cercana había muerto. Fue asesinada. En la Ciudad de México. En esta ciudad que presume modernidad, que ofrece cultura, progreso y libertades, pero que también es una trampa con paredes de impunidad, indiferencia y miedo.
Y sí, claro que duele su muerte, a muchas personas les duele. Porque era joven, porque era brillante, porque tenía toda una vida por delante, porque fue una víctima más de una violencia que no se detiene. Pero a mí —y a quienes la conocimos de verdad— nos duele todavía más profundamente: porque Ximena era nuestra amiga.
No era una estadística, ni un nombre más en una carpeta de investigación. Era alguien con quien compartí conversaciones hasta las dos de la mañana, con quien me reí hasta el dolor de estómago, con quien hice planes, a veces imposibles, sólo por el gusto de soñar. Ximena tenía una forma de mirar la vida como si supiera que cada momento era irrepetible.
Le gustaban las causas justas, los libros intensos, los tacos sin limón y las fiestas pequeñas con amigos verdaderos, amaba bailar y sobre todo, tenía una generosidad que desbordaba. Ayudaba sin alardear. Escuchaba de verdad. Acompañaba incluso cuando no sabía qué decir. Y eso la hacía única.
Ahora todo eso se volvió pasado. Su risa, su voz, sus ideas… se apagaron por la brutalidad de otro. Un acto cobarde y violento terminó con todo lo que era y todo lo que sería. Porque la ciudad que habitamos, que celebramos como vibrante y libre, también es una ciudad peligrosa para ser mujer, para ser joven, para simplemente existir.
La Ciudad de México, que durante mucho tiempo se consideró un refugio relativamente seguro en comparación con otras regiones del país, ha experimentado una creciente infiltración de la violencia en sus calles. Si bien los homicidios diarios son una realidad constante, los ataques dirigidos contra figuras políticas y mediáticas, como el intento de asesinato de Omar García Harfuch en 2020 o el atentado contra la diputada suplente Diana Sánchez Barrios, ponen de relieve la presencia del crimen organizado en la capital.
Durante el primer trimestre de 2025, se registraron 104 actos de violencia política en México, afectando principalmente a individuos vinculados con cargos municipales (81.7%).Adicionalmente, la inseguridad percibida por la ciudadanía incrementó en marzo de 2025, con un 67.5% de mujeres y un 55.0% de hombres sintiéndose inseguros en sus ciudades.
Pero , Ximena era más que una estadística. Su sonrisa constante, su compromiso social y su dedicación a la gestión pública la hacían destacar. Su pérdida deja un vacío profundo en la política local y en quienes tuvimos el privilegio de conocerla
Su muerte nos recuerda que detrás de cada cifra hay historias, sueños y seres queridos que quedan devastados. No podemos permitir que estas tragedias se normalicen. Necesitamos exigir justicia y trabajar juntos para construir una ciudad donde la seguridad sea una realidad para todos.
Y mientras tanto, en la Ciudad de México, esa que se vende al mundo como “progresista”, vive una crisis de seguridad que nos consume en silencio. La policía promete proteger, pero muchas veces revictimiza. Las instituciones aseguran investigar, pero no llegan a tiempo. Las campañas contra la violencia se quedan en hashtags, mientras en las calles sigue el acoso, el acecho, el peligro.
Hoy pedimos justicia. No solo por ella, sino por todos. Exigimos una investigación seria, imparcial, transparente. Pero también exigimos algo más difícil: memoria.
La historia de Ximena no debe quedar reducida a un ejemplo más de la violencia que azota nuestra ciudad. Su vida, truncada de forma tan brutal, debe resonar como un potente recordatorio de todo lo que la sociedad pierde cuando la inseguridad se normaliza y la impunidad prevalece. Debemos honrar su memoria exigiendo justicia, sí, pero también atesorando el recuerdo de su luz, su compromiso y su impacto positivo en quienes la conocieron. Que su ausencia nos impulse a construir una ciudad más segura y justa, donde ninguna vida más se pierda de manera tan irreparable. Su historia debe ser un legado vivo, una llamada constante a la acción para recuperar lo que hemos perdido como sociedad.