Los latinoamericanos en la literatura más allá de una “moda”

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Por Redacción QP

Una reflexión sobre el fenómeno cultural y editorial tras la muerte de su último eslabón: Mario Vargas Llosa

Se le conoce como “Boom” latinoamericano al fenómeno cultural, editorial -y por tanto comercial- que en la década de los 60-70 del siglo pasado focalizó la atención literaria en el material narrativo que se escribía en el continente americano, en particular el producido por las plumas del colombiano Gabriel García Márquez, el argentino Julio Cortázar, el mexicano Carlos Fuentes, y el peruano Mario Vargas Llosa. El “Boom” fue una explosión creativa en todo sentido en la que se jugó con la manera en la que se hacía la literatura en América Latina, mostrando las realidades de sus respectivos países a través de narraciones complejas, saltos en el tiempo, exploraciones constantes y voces múltiples que llevaron la literatura local a una incansable vanguardia artística que profundizó y trasgredió lo que las letras habían hecho hasta entonces. 

En el “Boom” se escribió sobre dictaduras militares, ciudades en la incertidumbre, adolescencias solitarias, andanzas por el Perú y la Ciudad de México, ensoñaciones de Macondo, los pasos perdidos en los amores de la “Maga” y “Oliveira” en París, sangre y fantasía, extravíos sexuales, tragedias y glorias, trasfondos mitológicos y reconstrucciones del pasado indígena; infinitas historias, destinos, maneras de contar y de narrar en esas obras todavía vigentes que en cierto momento, por casualidad o por destino, llegan a las vidas de cada lector. Con el fallecimiento de Mario Vargas Llosa -el último escritor latinoamericano en recibir el Nobel de Literatura-, el pasado 13 de abril, mucho se dijo que con él murió el último exponente del “Boom”. Pero, ¿qué fue este movimiento y cómo se conformó? ¿De qué careció y por qué también, al día de hoy, recibe elogios y críticas por igual? ¿Por qué ya no se habla de un “Boom” contemporáneo? ¿Implica esto que América Latina ya no produce literatura en nuestros tiempos?

Mario Vargas Llosa fue el menor del grupo identificado como el “Boom”, y uno de los dos que ganó el Premio Nobel de Literatura. SUN/B. Fregoso

Un parteaguas en la historia de las letras de América Latina 

No hay, como tal, una fecha definida a partir de la cual inicia el “Boom”. Se tiene como referencia la publicación de “Rayuela” de Julio Cortázar -una novela caleidoscopio, crucigrama, que puede leerse, a la vez, en orden cronológico pero también como le plazca al lector-, y “La ciudad y los perros” de Vargas Llosa -la primera novela del peruano, en la que narró la brutalidad de una institución militar- ambas dadas a conocer al mundo en 1963. Los dos libros se volvieron éxitos instantáneos, por las maneras en las que narraban sus historias, jugueteando con el poder de las letras, y alejándose por completo de las estructuras convencionales. Si bien tampoco hay una fecha en la que se considere que el “Boom” concluye, abarca sobre todo las obras y los autores que fueron publicados desde 1960 a 1970.

Incluso, muchas de las novelas que hoy se consideran capitales en América Latina se escribieron durante esta década, aunque no necesariamente todas formaron parte de este movimiento. Por mencionar algunos ejemplos encontramos: “La tregua”, de Mario Benedetti, en 1690; “El astillero”, de Juan Carlos Onetti, en 1961; “Oficio de tinieblas”, de Rosario Castellanos, en 1962; “Aura”, de Carlos Fuentes, en 1962; “Los recuerdos del porvenir”, de Elena Garro, en 1963; “La pasión según G.H”, de Clarice Lispector, en 1964; “El lugar sin límites”, de José Donoso, en 1966; “Paradiso”, de José Lezama Lima, en 1966; “Cien años de soledad”, de García Márquez, en 1967, “Tres tristes tigres”, de Guillermo Cabrera Infante, en 1967 y “Celestino antes del alba”, de Reinaldo Arenas, en 1969.

Es durante esta década que Vargas Llosa escribe “La casa verde” (1966) y “Conversación en la catedral” (1969), dos obras que también se consideran imprescindibles dentro del “Boom”. Para entender el contexto histórico, otras grandes obras de García Márquez, como “Crónica de una muerte anunciada” (1981) y “El amor en los tiempos del cólera” (1985), se escribieron en lo que se consideraría el “post-boom”.

Lo que es cierto es que, más allá de sus exponentes más reconocidos, fue un periodo de creatividad infinita para las letras latinoamericanas, y sería un error afirmar que previo a este apelativo, América Latina no había dado autores y libros de renombre. Basta mencionar a Jorge Luis Borges y Juan Rulfo, dos autores cuya obra fue titánica y que sirvió de inspiración inagotable para los escritores que los sucedieron: Horacio Quiroga, Juan Carlos Onetti, María Luisa Bombal, Gabriela Mistral, Ernesto Sabato, Adolfo Bioy Casares, João Guimarães Rosa, Silvina Ocampo, Alejo Carpentier y Miguel Ángel Asturias, entre tantos otros, que ya habían llevado a las letras a territorios inexplorados, pero que habían carecido hasta entonces de un componente fundamental del que sí gozaron sus sucesores: el apoyo editorial. Apoyo editorial que llevó a las letras latinoamericanas a donde nadie había llegado nunca, y que se logró gracias a la labor de una mujer que logró lo que pocos habían hecho en la literatura: la española Carmen Balcells.

Carmen Balcells, agente literaria española que difundió la literatura latinoamericana de su época. ESPECIAL

Gracias a una mujer

El “Boom” fue un movimiento que se logró gracias a una mujer, pero que dejó de lado a las escritoras. 

Sin duda su éxito a nivel internacional se debió a la industria editorial, y en concreto a una figura femenina: la agente literaria Carmen Balcells, llamada, por Mario Vargas Llosa, la “Mamá Grande de la novela latinoamericana”. (La “Mamá Grande” es un personaje del universo literario de García Márquez, una matriarca temible, intransigente, despótica, pero amorosa, que rige Macondo). Inteligente, visionaria, -y en palabras de García Márquez, llena de lágrimas-; Balcells fue la encargada de modificar las relaciones entre los escritores y las editoriales, logró que fueran traducidos a múltiples idiomas, y tuvo un buen ojo para identificar a los jóvenes talentos que al sol de hoy son las vacas sagradas de la literatura. 

Logró sortear los percances de la economía y las finanzas y los llevó con una maestría envidiable a las letras, creando una mina de oro que sigue ordeñando dólares hasta nuestros días. Balcells fue agente literaria de García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Cortázar, Neruda, Onetti, y cerca de 300 autores más. Representó a seis premios Nobel de literatura: Camilo José Cela, Miguel Ángel Asturias, Vicente Aleixandre, Pablo Neruda, García Márquez y Vargas Llosa, siendo estos últimos favoritos que Balcells defendió a capa y espada. 

Nadie niega el talento de estos escritores, pero es indudable que sus logros no hubieran sido los mismos de no ser por la visión profunda de la agente. En 1965, cuando Balcells le presentó a García Márquez el contrato ininteligible para ser traducido a otros idiomas, el colombiano no quedó convencido con aquel sartal de cláusulas y meandros terribles de letras pequeñas. “Es un contrato de mierda”, le dijo a la agente. Pero terminó torciendo el brazo, porque podía ser un erudito de la narrativa, pero era consciente que aquella mujer implacable sabía cosas que él no. Y así fue: entre 2000 y 2021, según el Instituto Cervantes de Madrid, García Márquez fue el autor más traducido del español a otras lenguas. 

No obstante, el movimiento editorial que elevó al “Boom”, al éxito comercial, literario y cultural, dejó de lado a muchos otros escritores que también fueron y son importantes para entender las letras latinoamericanas. Es decir: América Latina en las letras es mucho más que García Márquez y Vargas Llosa, que Carlos Fuentes y Julio Cortázar. Y una de las críticas más grandes al “Boom” es que dejó de lado a las mujeres. 

Autoras como Rosario Castellanos, Elena Garro, Clarice Lispector, Cristina Peri Rossi, Alejandra Pizarnik -entre tantas otras- pasaron prácticamente desapercibidas en un entorno cultural que vanagloriaba y promovía de manera constante a los exponentes masculinos. 

“Los recuerdos del porvenir”, escrita por la mexicana Elena Garro en 1963, bien podría considerarse un antecedente del realismo mágico que el Gabo popularizó en 1967 con “Cien años de soledad”, cuatro años más tarde que la novela de Garro. 

Ensayistas como el uruguayo Ángel Rama criticaron al “Boom” por ser un movimiento al que sólo pertenecían los autores que vendían más, es decir, los que gozaban de éxito comercial. En el libro “Nueva narrativa hispanoamericana” del crítico británico Donald Shaw, se cita que Mario Benedetti criticaba a los escritores del “Boom” por considerarlos pertenecientes a una clase privilegiada que no representaban “a la gente promedio de América Latina”. Su visión no es descabellada si se toma en consideración que básicamente los cuatro grandes fueron, en vida, completas celebridades que tenían abiertas las puertas del mundo entero.

El libro también se refiere al “Boom” como un movimiento sexista, tanto por sólo tener hombres como referentes, pero también por la manera en la que estos referentes escribían a las mujeres en sus obras, relegándolas al umbral de las santas o de las prostitutas. 

Fernanda Melchor. La escritora posó para EL INFORMADOR, durante su visita a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en 2018. EL INFORMADOR/Archivo

LA ERA FEMENINA

¿Viene un nuevo “Boom” en la narrativa de América Latina? 

Si bien es cierto que el fallecimiento de Vargas Llosa implica una pérdida inmensa para las letras, también sería injusto afirmar que América Latina ya no produce literatura.

Es necesario darle al “Boom” el lugar que se merece, reconociéndolo como la gran obra de una mujer visionaria que supo recolectar talentos -dejando otros de lado-, y que legó novelas inolvidables. 

Pero Latinoamérica es más que el “Boom”. A lo largo de los años por venir, sus letras siguieron dando exponentes notables que de algún modo u otro continuaron con la tradición del “Boom”, o que decididamente se enfrentaron a ella. Manuel Puig, Antonio Skármeta, Andrés Caicedo, Isabel Allende, Fernando del Paso, Elena Poniatowska, Laura Esquivel, Roberto Bolaño, Pedro Lemebel, Fernando Vallejo, Alejandro Zambra, Andrés Neuman, Alberto Fuguet, Jaime Bayly, Laura Restrepo, Leonardo Padura, Jorge Volpi, Juan Pablo Villalobos y tantos otros nombres que no se alcanzan a mencionar en este espacio, pero que llevaron o han llevado a las narrativas hispanoamericanas a nuevos derroteros y caminos de curiosidad y descubrimiento. 

Actualmente, el ámbito narrativo se ha destacado por una gran producción literaria encabezada por mujeres, que han protagonizado una narrativa fuerte, sórdida y brutal que ha creado grandes fenómenos editoriales. Por poner algunos ejemplos, destacan en la actualidad la argentina Mariana Enríquez -“la reina del terror”-, cuya obra es un interesante panorama que mezcla lo social, lo urbano, lo histórico y lo político con el terreno de la pesadilla. 

Su novela “Nuestra parte de noche”, mezcla los horrores de la dictadura argentina con los ritos ocultistas de una familia poderosa que se adentra a dimensiones macabras con tal de conseguir sangre y poder. 

La mexicana Fernanda Melchor, con su obra “Temporada de huracanes”, fue responsable de crear una narración despiadada y desesperanzadora que se adentra en lo más bajo de la condición humana con México como telón de fondo, pero con un gran valor literario que llevó la obra a ser un éxito de ventas. 

Escritoras como: Samanta Schweblin, Mónica Ojeda, Brenda Navarro, Cristina Rivera Garza, Camila Sosa Villada, Guadalupe Nettel, Valeria Luiselli y Gabriela Cabezón Cámara, entre tantas otras, han dejado obras de inmenso valor durante los últimos años, y están abriendo puertas para nuevas generaciones de escritoras que narran lo cotidiano, lo triste, lo maravilloso.

Mujeres que se han apropiado de la violencia y de lo espeluznante, que han cuestionado la maternidad y la sexualidad, que se han adentrado en lo urbano y lo virtual, en la poesía y la ciencia ficción. Su obra literaria ha sido tan fructífera, que diversos críticos y medios se han referido incluso a “un nuevo Boom” encabezado por mujeres.  

La literatura de América Latina no muere con Vargas Llosa, ni se detuvo tampoco con el “Boom”… La literatura nuestra sigue viva, escribiéndose a diario, haciéndose paso al mañana, gestándose en quienes leen al pasado y miran al futuro, y plantándonos dentro el recurso eterno de las letras como una herramienta indispensable, más allá del tiempo y sobre el tiempo mismo, para entendernos a nosotros mismos. 

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