Internacionales///Carolina Alonso Romei///Haití: un país al borde del abismo
Por Carolina Alonso Romei
Internacionalista
Haití, la nación más pobre de América, se encuentra sumida en una profunda crisis que abarca diversos aspectos: político, social, económico y humanitario. La situación actual es tan crítica que se asemeja a un estado fallido, con el gobierno incapaz de controlar vastas zonas del territorio y la población viviendo en un clima de terror constante.
El asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021 agravó la ya de por sí frágil situación política. El actual primer ministro, Ariel Henry, un cirujano de 74 años, estaba en el cargo desde el magnicidio de Moïse, pero hasta el momento no ha logrado consolidar su poder ni establecer un plan de gobierno viable. La falta de consenso entre los diferentes actores políticos y la ausencia de un liderazgo fuerte dificultan cualquier intento de solución a la crisis.
En medio de la creciente inestabilidad política, los líderes de las pandillas más poderosas del país han intensificado sus presiones para que renuncie. Henry aseguró, por medio de un video dirigido hacia la nación, que dimitiría una vez que se restablezca un consejo presidencial de transición y se logre designar a un sustituto interino. Asimismo confirmó que su gobierno seguirá ocupándose de los asuntos rutinarios hasta el nombramiento de un primer ministro y un nuevo gobierno.
El caos en Haití se ha acelerado a un ritmo sorprendentemente rápido durante las últimas semanas, y los acontecimientos se encaminan hacia un colapso total del Estado. Los grupos delictivos han intensificado dramáticamente sus tácticas, organizando un ataque coordinado que tuvo como fin principal realizar un asalto a dos de las más importantes prisiones del país, y liberar a más de 3,500 presos. Aunado a esto, los criminales incendiaron una comisaría policial cerca del aeropuerto, lo que ha obligado a suspender los vuelos. El principal puerto marítimo de Puerto Príncipe, la capital, también fue blanco de un acto vandálico: miembros de diversas pandillas irrumpieron en la terminal, saquearon contenedores, dañaron los aparatos de seguridad y obligaron a suspender sus operaciones de manera indefinida.
Los alimentos, el agua y los suministros médicos en la capital son escasos y los saqueos, lógicamente, se han extendido a los supermercados y pequeños comercios. Los controles de las carreteras hacen casi imposible llegar a la capital por tierra, y la frontera del país con la República Dominicana está cerrada. El ambiente de terror es tal, que los ciudadanos han optado por ¨encerrarse¨ en sus hogares y tratar de esconderse de la oleada de violencia que se vive en el país.
Durante años, las pandillas han intensificado su presencia en Haití, con lo que han cruzado la línea entre los intereses criminales puros y la política cuando les convenía. Sus motivos, como hemos podido ver a lo largo de los años dependen de los intereses que tengan en cierto momento, a veces una mezcla de criminalidad, otras un vil oportunismo político y un deseo retorcido de dominio sobre esta nación caribeña. En ciertas ocasiones se han aliado con políticos y partidos. En otros, simplemente han socavado todo el sistema mediante el derramamiento de sangre de civiles e inocentes.
La realidad es que no hay soluciones sencillas para frenar la crisis en la que se encuentra Haití. Se requiere de un esfuerzo conjunto tanto de la comunidad internacional, como del gobierno haitiano y, por supuesto de la sociedad civil, para poder abordar los problemas desde y solucionarlos desde la raíz. Es un hecho que las bandas armadas se han convertido en una amenaza para la seguridad y el desarrollo de Haití. Es necesario desarticularlas y restaurar el control del territorio por parte del Estado. Lo que está sucediendo ahora, sin duda alguna, tiene un solo propósito y es una aceleración hacia un final sin precedentes: destituir por completo al gobierno civil e instalar una federación de pandillas como agentes de poder directo sobre el futuro de Haití.
La situación actual en Haití es compleja y crítica. El país se encuentra sumido en una profunda crisis que abarca diversos aspectos: político, social, económico y humanitario. La crisis ha tenido un impacto devastador en la población, que vive en un clima de miedo e incertidumbre. La falta de un liderazgo efectivo ha sido uno de los principales obstáculos para el desarrollo de Haití. Por su parte, la comunidad internacional no ha sido ajena al peligro que corre Haití, ya ha emito algunas advertencias sobre el peligro sobre el resurgimiento del dominio de las pandillas, pero hasta la fecha, los esfuerzos para tratar de reforzar la soberanía de la nació han resultado insuficientes. Asimismo urge brindar asistencia humanitaria a la población haitiana para garantizar el acceso a alimentos, agua potable, medicamentos y atención médica.
No será una tarea sencilla, Haití es un país que se encuentra al borde del abismo, y si no se logra establecer un gobierno que sea capaz de restaurar el orden y la seguridad, y de implementar políticas públicas que beneficien a la población, terminará por convertirse en ¨tierra de nadie¨, en donde el miedo y la violencia serán los únicos personajes en esta historia que pareciera ser una verdadera película de terror.