Las paradojas de la democracia en el nuevo orden mundial.
Por Redacción QP
En la última década se ha desarrollado una ideología nueva que rompe con eso. Pretendemos que el único rol del Estado es desmantelar todas las legislaciones que protegen a los trabajadores para darles lo que se les antoja a los reyes de la economía. El poder no tiene límite. Sin embargo, una de las formulas de la democracia la dio Montesquieu: ningún poder ilimitado puede ser legítimo.Tzvetan Todorov.
En el presente texto se pretende realizar una crítica a la democracia liberal usurpada bajo el sistema económico capitalista. Con el propósito de delinear el elemento principal que impide el progreso, el desarrollo y fortalecimiento de la democracia en gran parte del mundo.
Estableciendo que el principal problema para su consolidación radica en la ideologización de la democracia, utilizada por la elite política y económica para salvaguardar y proteger al proyecto capitalismo, dejando de lado las promesas y las expectativas que promovió esta forma de gobierno después de la segunda guerra mundial, en materia de seguridad y de protección social lo que genera en la actualidad la formación de diversas paradojas que manifiesta en si misma la democracia en nuestros días. Así como de diversos valores que le dieron razón ser a lo largo de la historia. Para ello, se parte del pensamiento del filósofo esloveno Slavoj Žižek a partir de sus aportaciones y crítica que realiza el autor a la ideología y que se intenta trasladar a la lógica democrática en el nuevo orden que produce la económica globalizada. Para terminar con una conclusión al respecto. Recientemente la revista digital observaciones filosóficas publicó un artículo intitulado “El espectro de la ideología” del filósofo esloveno Slavoj Žižek, en dicho texto, el autor establece los dilemas y perversiones que ha originado el sistema ideológico dominante producido por el capitalismo global frente a los arquetipos organizacionales que se producen en el modelos políticos y culturales.
Para Žižek, el capitalismo en su fase globalizada ha generado una limitación y una evaporación constante de la soberanía estatal producida por una transnacionalización del poder político en donde la toma de decisiones deja de estar enmarcados a través de las fronteras territoriales de los propios Estados, y por ende, de sus instituciones, normas y códigos. Además, esta crisis de la soberanía estatal se ve afectada por una grave crisis ecológica y una constante amenaza de militarización y producción de armas nucleares. “Esta erosión de autoridad estatal desde ambos lados se refleja en el hecho de que hoy el antagonismo político básico es que se opone a la democracia liberal cosmopolita universalista” (Žižek, 2015).
En este sentido, el capitalismo reafirma su naturaleza de la contradicción y de la paradoja para trasladarlo a las demás esferas que dan sustento y legitimidad a su lógica de producción. Uno de esos grandes engranajes que permite la consolidación del capitalismo es la democracia liberal, que en nuestros días es utilizada por la naciente elite global para domesticar, legitimar y reinventar el desarrollo del capitalismo en los países emergentes y desarrollados. Lo que produce una especie de desencanto hacia esta forma de gobierno, ya al no responder a las promesas de libertad y de bienestar social que se le adjudicaron después de la segunda guerra mundial, des-legitima su condición y su razón de ser frente a la sociedad.
Sin embargo, frente a este panorama de crisis de la democracia, su discursividad cada vez más se incrementa y toma mayor relevancia en el mundo de lo social y de lo político.
Desde la perspectiva zizektiana, la democracia liberal ha dejado de ser una forma de gobierno, para convertirse en la nueva ideología que organiza los propios individuos de casi todas las naciones en el mundo, a excepción de China, ya que esta nación, según nuestro autor, atraviesa por una forma ini-maginada de sociali-capitalismo (Žižek, 2010) que consiste en una forma ideológica de socialismo en sus instituciones y constituciones, pero que resguarda y desarrolla el sistema capitalista como un modelo económico de producción y de relación entre los habitantes de ese país.
Por lo tanto, la democracia que persiste en nuestros días, para recurrir a la desgastada frase de Churchill, es el peor de todos los sistemas posibles, el único problema es que no hemos descubierto otra forma de gobierno que satisfaga nuestras perspectivas intelectuales- academicistas y esperanzas políticas, sociales, éticas y económicas. Es decir, el problema con la democracia “es que siempre acarrea con la posibilidad de corrupción del gobierno de la obtusa mediocridad. El único problema es que en cada intento de eludir este riesgo inherente y de restaurar la democracia real acarrea necesariamente su opuesto, termina en la abolición de la democracia misma” (Žižek, 2012: 28).
Bajo este argumento cabría repensar el presupuesto hegeliano sobre la democracia, en donde el modelo de democracia que impera hasta nuestros días se ve trazada por una especie de dialéctica universalista, que lejos de ser una superación histórica progresiva y desarrollista de la democracia, es una connotación sistemática de fracasos rotundos por los intentos de establecer esta forma de gobierno en todo el mundo. En otras palabras, el perseguimiento de la democracia en nuestras sociedades y en nuestros sistemas políticos, no están libradas de la contradicción inmediata que manifiesta esta forma de gobierno. De ahí el surgimiento de populismos, de una exacerbada ola de violencia, de corrupción, de nepotismos, desigualdades y de la fisura de la libertad.
Es a través de esta ideología como en esta última década hemos vivido una serie de cambios en nuestros sistema de vida en general hagamos conciencia para adaptarnos a estos cambios sustantivos en nuestra manera de vivir a estos cambios en un nuevo orden mundial.