La influencia de la Ciudad de México en la obra de Carlos Fuentes
La influencia de la Ciudad de México en la obra de Carlos Fuentes
Por Redacción QP
La influencia de la Ciudad de México en la obra de Carlos Fuentes
Por Redacción QP
Carlos Fuentes, cuyos libros han sido traducidos a varios idiomas y quien fue pieza clave del boom latinoamericano, adquirió buena parte de su inspiración recorriendo las calles de la Ciudad de México.
Aunque es considerado el escritor mexicano más cosmopolita, su obra está profundamente arraigada en la capital del país.
A continuación, daremos un breve repaso de los elementos que Fuentes tomó de esta urbe para edificar sus historias, y hablaremos de La región más transparente (1958) y Aura (1962), dos de sus obras más importantes cuyos incidentes transcurren en la llamada “Ciudad de los Palacios”.
Romance tardío
Carlos Fuentes nació el 11 de noviembre de 1928. Su padre era un diplomático mexicano, por lo que pasó su niñez y juventud viviendo en diversas capitales del continente americano, como Montevideo, Buenos Aires, Río de Janeiro, Washington D.C., Quito y Santiago de Chile.
Para que aprendiera la historia de su país y estuviera en contacto con su cultura, solía pasar los veranos en México.
No fue hasta que cumplió 16 años, cuando su familia se estableció definitivamente en la Ciudad de México. Luego de terminar el bachillerato en El Colegio México, empezó a estudiar Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México.
A la par de sus estudios, empezó a colaborar con textos políticos en algunas revistas.
Aunque la relación de Fuentes con la Ciudad de México inició de forma tardía, en muy poco tiempo esta se impregnó en el ADN del escritor. Prueba de ello es La región más transparente, su primera gran obra, es la novela que mejor ha descifrado el ritmo vital que rige a esta metrópoli.
Las calles que formaron al escritor
Cuando Carlos Fuentes se estableció en la Ciudad de México, esta solo tenía cinco millones de habitantes (de acuerdo al INEGI, para 2015 la cifra se había incrementado casi a nueve millones).
A inicios de la década de los cincuenta, la rutina de Fuentes transcurría en las calles del primer cuadro de la ciudad. Todos los días salía de la Facultad de Derecho (entonces ubicada a unas calles del Zócalo) y junto a sus amigos caminaba por la calle de Madero, recorriendo las librerías y deteniéndose ocasionalmente para tomar un café.
En una entrevista que le dio a Mónica Lavín, que aparece en el documental Bajo la región más transparente del realizador Jorge Prior, Fuentes explicó que en esa época la Ciudad de México era mucho más pequeña podía recorrerse a pie.
Yo me levantaba a las seis de la mañana para ir a la Facultad de Derecho, me recogía un amigo en el Ángel de la Independencia y nos íbamos a clase (…). Estaba en la escuela hasta las once y después me iba a la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde le escribía discursos al canciller. Luego me iba a mi casa a las dos de la tarde y escribía ‘La región más transparente’ de las tres a las siete, y luego me iba de parranda, que duraba de las siete a las dos o tres de la mañana; hoy hago eso y me caigo muerto, pero entonces tenía la energía para hacerlo”.
Sin ser consciente de ello, ese ritmo de vida frenético tenía una genuina motivación: impregnarse de la personalidad de la ciudad y de sus habitantes:
Íbamos a un cabaret y Salvador Elizondo me decía ‘oye, ¿por qué estás ahí escribiendo notas?, mira a las chamacas qué guapas están, ¡míralas!’, y no, yo quería estar apuntando todo lo que escuchaba, todo lo que veía, tenía muchos cuadernillos que iba llenando de la vida de la ciudad que nacía ante mí, era una especie de gran amanecer -y gran atardecer también- de la Ciudad de México”.
En medio de toda esa vitalidad, mientras vivía en el condominio que sus papás tenían en la esquina de Fundición y Rubén Dario, Fuentes comenzó a trabajar en La región más transparente.
Una ciudad sin novela
La parte final de la Segunda Guerra Mundial le dio a México un ímpetu enorme que comenzó a verse reflejado en el crecimiento de su capital, que con la llegada de gente de diversas nacionalidades se convirtió de golpe en una ciudad cosmopolita. Mientras era testigo de esta transformación, Fuentes se preguntaba por qué la Ciudad de México no tenía su propia novela.
Con autores como Agustín Yáñez y Juan Rulfo, la literatura mexicana abordaba temas como la Revolución, la poesía del campo y la vida de las pequeñas poblaciones; y aunque la Ciudad de México aparecía en La Sombra del Caudillode Martín Luis Guzmán, y en algunas novelas de Mariano Azuela, esta urbe de ninguna forma era la protagonista.
Yo, que había leído muy bien a los novelistas de las grandes ciudades del siglo XIX, como Dickens con Londres o el París de Balzac, decía ‘¿por qué no tenemos una novela de esta ciudad que está clamando por ser escrita y descrita?’”
La región más transparente del aire
Cuando en 1803 el explorador prusiano, Alexander Von Humboldt, llegó a la Ciudad de México y observó en el horizonte las montañas y los ríos fluyendo, dijo que esa era “la región más transparente” que había visto en su vida.
Más de un siglo después, esta frase le sirvió a Carlos Fuentes para darle título a La región más transparente.
Publicada en 1958, esta obra es una radiografía de la Ciudad de México, donde las historias de personajes de diversos extractos se van cruzando entre sí, teniendo como hilo conductor a Ixca Cienfuegos, quien es una especie de encarnación del pasado prehispánico de la capital.
Detrás de la figura de Cienfuegos, está la idea del constante conflicto del mexicano entre su pasado y su condición de mestizo. Esta superposición entre la herencia prehispánica y española, que en cierta forma es un reflejo de la forma en la que Fuentes concebía a la ciudad.
La Ciudad de México es la ciudad más vieja del hemisferio occidental, no hay una ciudad más vieja en las Américas. Fue fundada en 1325, en la alta Edad Media Europea.
Sobre las ruinas de Tenochtitlán Hernán Cortés construyó la Ciudad de México, capital de la Nueva España, y como lo ha demostrado el tiempo hay capas y más capas. Escarbas un poco y aparece el pasado azteca, lo colonial también está ahí de forma visible. Hay un pasado barroco muy presente, también uno decimonónico afrancesado; hay todo un estilo arquitectónico de los años veinte que se ve claramente en la colonia Roma. Y luego está la ciudad de los rascacielos, de la falta de la planificación total, del caos absoluto”.
(…) Siempre he dicho que México es un país de tres pisos: país tropical, país templado y país de volcanes; pero la Ciudad de México tiene más, tiene cinco, seis o siete pisos superpuestos”.
Aunque La región más transparente fue un éxito inmediato y actualmente es vista como una de las primeras novelas del boom latinoamericano, no quedó exenta de comentarios desfavorables. Por ejemplo, algunos reprochaban su afán extranjerizante y su estructura “caótica”.
Con el paso de las décadas se han publicado otras novelas que hablan de la Ciudad de México, pero ninguna pudo abarcarla en su totalidad como hizo Fuentes.
Hay muchas novelas sobre la Ciudad de México, pero no se puede volver a escribir una novela sobre toda la ciudad, como la que yo hice, porque la ciudad se desparramó demasiado. Hoy tienes que escribir una novela de Coyoacán, de Narvarte, de Peralvillo, pero ya no puedes hacer una novela global de una ciudad que entonces estaba contenida dentro de los límites de sus cinco millones de habitantes”.
Aura
En 1962, Carlos Fuentes publicó Aura, una novela corta que en apariencia es diametralmente opuesta a La Región más transparente, pero que también está situada en la Ciudad de México, para ser más específicos, en una vieja y oscura casa de la calle de Donceles.
De una extensión considerablemente menor (no supera las setenta páginas), y alejada de la temática social e histórica, Aura tiene la particularidad de estar narrada en segunda persona.
En esta historia de corte fantástico, Felipe, el protagonista acude a ese inmueble atraído por un anuncio del periódico donde solicitan un historiador. Ahí se encuentra con una anciana y su nieta Aura, una joven poseedora de una belleza fascinante y misteriosa que lo cautiva y lo llevará a vivir varios sucesos sobrenaturales.
Te sorprenderá imaginar que alguien vive en la calle de Donceles. Siempre has creído que en viejo centro de la ciudad no vive nadie. Caminas con lentitud, tratando de distinguir el número 815 en este conglomerado de viejos palacios coloniales convertidos en talleres de reparación, relojerías, tiendas de zapatos y expendios de aguas frescas”, narra Fuente al inicio del libro.
Ese párrafo ofrece una descripción exacta de la identidad que guarda esa calle del Centro Histórico, y es un ejemplo del talento que tenía Fuentes para envolver al lector en la atmósfera que buscaba.
Fuentes sitúa la historia desde una perspectiva de abandono, el mismo que tienen las viejas edificaciones del primer cuadro de la ciudad, donde la oscuridad se ve interrumpida solo por algún rayo de sol que tímidamente se fuga entre los vidrios llenos de polvo, el olor a humedad, o los jardines con hierva seca y flores marchitas.
Esa Ciudad de México mística y oscura, donde únicamente tiene cabida la melancolía, nunca había sido escrita con la pasión y exactitud con la Fuentes lo hizo.
No son pocos quienes se han aventurado en busca de esa legendaria casona ubicada en el 815 de Donceles. No obstante, dar con ese número es casi imposible, pues como escribió el propio Fuentes en la novela:
Las nomenclaturas han sido revisadas, superpuestas, confundidas. El 13 junto al 200, el antiguo azulejo numerado -47- encima de la nueva advertencia pintada con tiza: ahora 924”.
Levantaras la mirada a los segundos pisos: allí nada cambia. Las sinfonolas no perturban, las luces de mercurio no iluminan, las baratijas expuestas no adornan ese segundo rostro de los edificios. Unidad del tezontle, los nichos con sus santos truncos coronados de palomas, la piedra labrada de barroco mexicano, los balcones de celosía, las troneras y los canales de lamina, las gárgolas de arenisca.
Las ventanas ensombrecidas por largas cortinas verdosas: esa ventana de la cual se retira alguien en cuanto tu la miras, miras la portada de vides caprichosas, bajas la mirada al zaguán despintado y descubres 815, antes 69”.
Si hoy en día nos adentramos en las calles más inhóspitas del centro, muchos de los edificios que ahí se encuentran conservan la densidad que rodeaba el universo de Aura.
La ciudad de Fuentes
Los cercanos a Carlos Fuentes hablan del romance que el escritor tenía con París, ciudad en la que vivió cuando fue embajador de México en Francia, y a la que regresaba constantemente. Incluso al morir, tanto sus restos como los de sus hijos Carlos y Natasha, fueron depositados en el Cementerio de Montparnasse.
A pesar de este apego, Fuentes nunca pudo separar su esencia de la Ciudad de México, pues siguió hablando de ella en sus libros y hasta el final de sus días fue un apasionado de su historia y cultura.
La ciudad que narró tampoco lo olvidó, prueba de ello es la Pérgola Ixca Cienfuegos, una escultura transitable creada por el artista plástico Vicente Rojo, que se encuentra en la colonia Polanco y que está basada en La Región más transparente.
Además hay una placa que se encuentra cerca de Palacio Nacional en la que pueden leerse las primeras líneas de esa misma novela.
Entre el tráfico de las calles de la Ciudad de México y el ajetreo de sus habitantes, entre los gritos de los vendedores, los olores a comida callejera y los anuncios espectaculares, permanece casi intacto ese sitio que sigue siendo único en el mundo.
Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire”.
Con Información de ForoTV