El Quehacer Político en los Deportes a través del Arco a la Tribuna en la opinión///Alberto del Arco Méndez///Entre el Odio y el Amor: La telenovela del Tri
Por Alberto del Arco Méndez
Analista deportivo titular del programa “Del arco a la tribuna”
La situación que está viviendo la selección nacional, no la podía haber imaginado ninguno de los guionistas profesionales, expertos en situaciones lacrimógenas y melodramáticas, lo que vive el aficionado mexicano con su selección es una auténtica relación de amor – odio al mas puro estilo del canal de las estrellas.
Y es que si hay un deporte en el país que vive de la pasión y el drama, ese es el fútbol soccer.
Y si hay un público que sabe combinar exigencia con una paciencia de santo que muchas veces se agota, ese es el aficionado mexicano. Bienvenidos a la eterna telenovela con un elenco de millones: la Selección Nacional de México.
Para entender el fenómeno, hay que hacer un recuento sin anestesia: los abucheos en el estadio, los comentarios voraces en redes sociales, el mal llamado grito “homofóbico”y la frustración latente después de cada partido. ¿Hasta cuándo, afición? ¿Por qué la Selección siempre despierta este amor-odio más dramático que cualquier novela rosa?
El aficionado mexicano tiene un corazón grande, capaz de soñar con la gloria y perdonar un penalty fallado, un árbitro injusto o una táctica cuestionable. Sin embargo, cuando los malos resultados se acumulan sin dar pie a la esperanza, lo que antes era paciencia se convierte en un coro de “¡Fuera Vasco!, ¡Fuera Vasco!”, que resuena hasta en las paredes de la Federación, que ultimamente ha presumido una piel muy delgadita.
No es para menos. La Selección ha construido un historial de actuaciones que oscilan entre un aceptable “casi” logramos el 5º. partido y un frustrante “ahí será para la otra”, un guion repetido más que la telenovela de horario estelar del canal 2. Y esto, a fuerza de repetición, le amarga la vida hasta al fan más devoto.
En su más reciente aparición, México recibió a Uruguay en el Estadio Corona de Torreón y apenas logró un cero a cero que dejó a casi todos con sabor a poco. El partido fue intenso, sí, pero con escasas acciones ofensivas y más lucha que goles. La Selección presionó, cortó circuitos a Uruguay, pero no logró concretar. Incluso un penal no sancionado a favor de México generó polémica. La afición, acostumbrada a emociones y goles, (al menos en los juegos amistosos) terminó entre caras largas y sonoros abucheos.
Luego vino la visita a San Antonio, Estados Unidos, donde la derrota 2-1 ante Paraguay incrementó la larga lista de momentos frustrantes. México empezó perdiendo, logró empatar con un penal de Raúl Jiménez, pero recibió otro gol que apagó la ilusión. En un partido que parecía más de trámite que de preparación para el Mundial que México coorganizará, la entrega y estrategia en la cancha no convencieron. Los silbidos volvieron a sonar con mayor fuerza, comprobando que la ubicación geográfica del partido no tienen nada que ver con los abucheos de un público que ya no sabe si llorar o seguir alentando.
Después del empate contra Uruguay, Raúl Jiménez con la piel mas delgadita que todos, no reparó en comentar que… “Genera tristeza jugar de local y que te abucheen,” dijo con molestia. Más aún, criticó la actitud de algunos fans que lanzaron insultos hacia el entrenador y el portero, que aunque reprochables, reflejan la desesperación contenida. “Tal vez por eso nos llevan siempre a Estados Unidos,” concluyó, haciendo un comentario que encendió aún más el debate entre aficionados y medios.
Sus palabras no cayeron nada bien entre el público, que enfrenta el difícil papel de ser crítico y al mismo tiempo apasionado, exigiendo carácter y resultados a un equipo que parece siempre entre el “casi” y el “por poco”.
Podría decirse que el problema no es sólo el desempeño en la cancha, sino la expectativa viciada por comentaristas a modo vs la realidad inocultable a los ojos del aficionado. Punto y aparte son las posturas de los directivos a quienes sólo parece importar el beneficio económico y la inclusión forzada de algunos jugadores, como el caso de Malagón y Ochoa de identidad americanista o en otras palabras de Televisa.
El público quiere un buen desempeño y calidad. Quiere garra, sí, pero también juego y resultados que avalen el esfuerzo. No quiere solo que el Tri participe, quiere que compita, gane y después… que celebre. Esa dinámica es la que genera los abucheos: el cansancio de ver oportunidades desperdiciadas, decisiones tácticas más confusas que manual de Ikea, y polémicas que distraen más de lo que motivan.
Entrar a un estadio y escuchar abucheos es incómodo, pero también es un mensaje claro: el público está desencantado. Desde el humor negro de gritar “¡Ooole!” cuando algún jugador pierde el balón, hasta los cánticos reprobatorios que pueden parecer crueles, existe un trasfondo de frustración genuina. No siempre es odio, sino el grito desesperado de quienes esperan más.
No faltan las voces que piden paciencia, otras que exigen cambios profundos en la estructura del fútbol nacional y algunas que apuestan por un cambio generacional, de entrenador o hasta de presidente. Lo cierto es que la Selección necesita devolverle al público la pasión y la esperanza a través de resultados no solo a corto, sino a mediano plazo para poder ilusionarse otra vez llegado el mundial, lo cual no parece muy factible.
Mientras tanto, desde la tribuna y la pantalla, el público seguirá siendo exigente porque en México el fútbol no es solo un deporte: es una pasión, pero también un temblor emocional que se siente desde el primer silbatazo.
