El Quehacer Político a través de la opinión///Carolina Alonso Romei///De la guerra a la diplomacia: cómo Trump cambió el destino de Gaza

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Por Carolina Alonso Romei

Internacionalista

La firma de paz entre Palestina y Hamas en octubre de 2025 representa un hecho histórico de gran trascendencia, que podría marcar un antes y un después en el prolongado conflicto israelí-palestino. Durante décadas, la región ha sido escenario de enfrentamientos intermitentes, operaciones militares devastadoras y frustraciones diplomáticas constantes. En este contexto, el acuerdo alcanzado se perfila como un rayo de esperanza, aunque cargado de desafíos complejos que deberán gestionarse con delicadeza política y visión internacional. La escalada de violencia que comenzó en octubre de 2023, cuando Hamas ejecutó ataques coordinados que provocaron una ofensiva masiva de Israel sobre Gaza, dejó un saldo dramático: miles de muertos, millones de desplazados y una franja devastada. Los intentos previos de mediación internacional habían fracasado repetidamente, evidenciando la dificultad de resolver un conflicto que combina disputas territoriales históricas, profundas diferencias religiosas y rivalidades geopolíticas que trascienden fronteras.

Fue en este escenario que la administración de Donald Trump, con el apoyo de Egipto y la cooperación de varios actores internacionales, logró sentar las bases para un acuerdo de paz. El plan presentado en septiembre de 2025, conocido como el “Plan de Paz de Gaza”, contenía veinte puntos estratégicos destinados a garantizar un alto al fuego duradero, la retirada parcial de las fuerzas israelíes, la liberación de prisioneros y la transferencia de la administración de Gaza a una autoridad palestina independiente. El proyecto contó con el respaldo de países árabes como Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, así como de actores europeos, entre ellos Francia, Italia y el Reino Unido. Sin embargo, Hamas expresó reservas considerables, especialmente respecto a la desmilitarización inmediata, señalando la necesidad de mantener ciertos recursos defensivos hasta consolidar la seguridad de la franja. Esta postura reflejaba no solo la histórica desconfianza hacia Israel, sino también la complejidad interna de Hamas, donde diversas facciones tenían intereses divergentes sobre el ritmo y la forma del desarme. La mediación egipcia fue crucial, ofreciendo garantías de supervisión y seguridad que permitieron acercar posiciones y generar las condiciones necesarias para la firma del acuerdo.

El proceso culminó con la Cumbre de Sharm el-Sheikh, celebrada el 13 de octubre de 2025, donde cerca de treinta países respaldaron oficialmente el plan de paz. La reunión tuvo un doble propósito: simbólico y práctico. En lo simbólico, representó un gesto de unidad internacional y un compromiso colectivo con la paz en Gaza. En lo práctico, permitió canalizar asistencia humanitaria inmediata, coordinar la reconstrucción de infraestructura y establecer mecanismos de supervisión internacional para garantizar que el alto al fuego y las reformas administrativas se implementaran efectivamente. Aunque ni Israel ni Hamas asistieron directamente a la cumbre, ambos habían dado su consentimiento previo al cese de hostilidades, lo que permitió que la comunidad internacional asumiera un rol activo de supervisión y facilitación.

El acuerdo estableció un alto al fuego con la retirada parcial de las fuerzas israelíes y el compromiso de Hamas de desarmarse progresivamente, manteniendo cierta flexibilidad hasta que se garantizara la seguridad de la franja. La administración de Gaza quedó a cargo de una autoridad palestina independiente, respaldada por una Fuerza Internacional de Estabilización compuesta por países árabes y otros actores internacionales, encargada de supervisar la implementación del acuerdo y prevenir cualquier resurgimiento de la violencia. Asimismo, se acordó la repatriación de prisioneros y rehenes, un paso fundamental para restaurar la confianza mutua y enviar un mensaje claro sobre la voluntad de ambas partes de avanzar hacia la reconciliación. Paralelamente, se diseñaron planes de reconstrucción económica que incluían la rehabilitación de infraestructura crítica, la inversión en servicios esenciales y la creación de oportunidades laborales, con la participación activa de Egipto, Jordania y otros países interesados en la estabilidad regional, en coordinación con instituciones financieras internacionales.

No obstante, la implementación ha enfrentado desafíos significativos. La resistencia de Hamas a desarmarse por completo generó tensiones, con advertencias explícitas de Estados Unidos sobre posibles intervenciones en caso de incumplimiento. Internamente, Hamas debió confrontar facciones rivales, recurriendo en ocasiones a medidas coercitivas para consolidar su autoridad, complicando la transición hacia un gobierno civil estable y transparente. La entrega parcial de prisioneros y restos de rehenes israelíes afectó la confianza entre las partes, evidenciando la fragilidad del proceso. A esto se suma la criminalización de protestas pro-palestinas en Occidente, un hecho que refleja las tensiones entre seguridad internacional y derechos civiles, recordando que la paz no puede depender únicamente de acuerdos formales, sino también de justicia social, derechos humanos y legitimidad política.

Las reacciones internacionales han sido variadas. Estados Unidos, ejerciendo un rol de garante activo, insistió en que Hamas debía cumplir con los compromisos adquiridos y reafirmó su disposición a intervenir si la desmilitarización no avanzaba. La Unión Europea, representada por Francia, Italia y el Reino Unido, expresó un respaldo firme al plan de paz, enfatizando la importancia de respetar los derechos humanos en Gaza y de garantizar la estabilidad regional. Organizaciones internacionales de derechos humanos subrayaron la necesidad de proteger las libertades fundamentales de los palestinos, incluidos los refugiados y desplazados internos, como condición indispensable para que el acuerdo sea sostenible. Esta combinación de apoyo político, presión diplomática y supervisión internacional constituye uno de los pilares sobre los que se debe construir la implementación efectiva del convenio.

El futuro del acuerdo depende de múltiples factores interrelacionados. La estabilidad política de Gaza requiere consenso interno y cooperación internacional, elementos que pueden verse amenazados por intereses divergentes de actores regionales y extra regionales. La seguridad depende de la coordinación entre fuerzas militares diversas y de la vigilancia de los compromisos adquiridos, evitando que surjan vacíos de poder que puedan ser explotados por grupos extremistas. La reconstrucción económica requiere inversión extranjera, fortalecimiento institucional y reformas internas orientadas a garantizar transparencia y eficiencia en la administración de recursos. La protección de los derechos humanos es indispensable, no solo por motivos éticos, sino como condición de legitimidad para cualquier autoridad que aspire a gobernar Gaza con estabilidad y justicia. La implementación exitosa del acuerdo exige un seguimiento constante de la comunidad internacional y un compromiso real de todas las partes con la reconciliación y la estabilidad.

La firma de paz también tiene un alcance geopolítico significativo. La participación activa de países árabes y europeos refleja la importancia estratégica de Gaza para la estabilidad regional y demuestra la capacidad de la comunidad internacional para mediar en conflictos prolongados. La intervención estadounidense evidencia la continuidad del rol de Estados Unidos como actor central en la diplomacia del Medio Oriente, combinando incentivos económicos, presión política y supervisión indirecta. La mediación de Egipto y Jordania subraya la relevancia de actores regionales con cercanía geográfica e influencia política, capaces de equilibrar intereses locales y contribuir a la estabilidad. En conjunto, este entramado convierte al acuerdo en un caso de estudio sobre la complejidad de los procesos de paz en contextos donde la historia, la política y la violencia se entrelazan de manera inseparable.

El acuerdo de octubre de 2025 no puede entenderse solo como un documento firmado: es un proceso integral que combina elementos políticos, económicos, humanitarios y de seguridad. Su éxito dependerá de la implementación efectiva de los compromisos, de la cooperación internacional sostenida y de la capacidad de generar confianza entre actores históricamente enfrentados. Si se cumple de manera rigurosa, podría convertirse en un modelo de resolución de conflictos para escenarios similares, donde la diplomacia internacional y la mediación regional se combinan para generar soluciones sostenibles. Sin embargo, si falla la supervisión o no se respetan los derechos humanos, existe el riesgo de que se transforme en un hito efímero, dejando intactas las raíces estructurales del conflicto.

En definitiva, la firma de paz entre Palestina y Hamas representa un momento histórico y una oportunidad única para transformar décadas de violencia y desconfianza en un proceso de reconciliación y construcción de estabilidad. Su éxito dependerá no solo de la aplicación de los términos formales, sino también de la capacidad de todos los actores involucrados para comprometerse con la justicia, la seguridad y la reconstrucción social y económica de Gaza. La historia ha demostrado que los acuerdos formales son apenas el primer paso; el verdadero desafío radica en consolidar una paz duradera que beneficie no solo a los habitantes de Gaza, sino a toda la región del Medio Oriente. Octubre de 2025 queda registrado como un momento decisivo: la oportunidad de transformar un conflicto de décadas en un ejemplo de cooperación internacional, diplomacia estratégica y búsqueda de estabilidad en una de las zonas más complejas y volátiles del mundo. 

El gobierno de Donald Trump desempeñó un papel central en este logro, al presentar un plan de paz sólido, movilizar apoyo internacional y ejercer la presión política necesaria para que Hamas e Israel aceptaran las condiciones del acuerdo. Sin su liderazgo y compromiso con la diplomacia en la región, la firma de este acuerdo habría sido impensable, lo que resalta la relevancia de su gestión en la construcción de un proceso de paz que podría marcar el inicio de una nueva era en el Medio Oriente.

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