El Quehacer Político a través///Jose Alberto Prado Angeles///En un gobierno humanista a la baja las ciencias y humanidades

0
IMG_4121

Por José Alberto Prado Angeles

Director General y Editor

Cada semestre, las cifras de ingreso a las instituciones de educación superior cuentan una historia más profunda que cualquier número: son el espejo de los sueños y los temores de una generación. En ellas se refleja no solo lo que los jóvenes quieren ser, sino también lo que nuestra sociedad les está diciendo que “vale la pena ser”.

En el gran ecosistema del conocimiento, las humanidades son una especie en riesgo. Poco a poco, sus hábitats se reducen, sus voces se apagan y sus guardianes —las filósofas, los poetas, las sociólogas— sobreviven en territorios cada vez más pequeños dentro de nuestras escuelas.

Hace unas décadas, estudiar filosofía o letras era una decisión que inspiraba respeto. Hoy, para muchos, es un acto de rebeldía… algunos lo ven incluso como un acto suicida. Las cifras lo muestran con claridad: año tras año disminuyen los aspirantes a carreras como Filosofía, Letras, Historia o Sociología.

No se trata solo de una crisis educativa. Es una crisis cultural. Estamos criando generaciones que dominan los algoritmos, pero no saben hacerse preguntas; que memorizan fórmulas, pero no se detienen a pensar en lo que significan. Y eso debería preocuparnos tanto como la pérdida de una especie natural: porque cada disciplina que se extingue, apaga una forma de entender el mundo.

Las humanidades no son un lujo del pasado, sino una necesidad del presente. Son la voz que nos recuerda que detrás de cada avance tecnológico hay una pregunta ética; que el progreso sin reflexión puede volverse una forma sofisticada de retroceso. Cuando la filosofía desaparece, el pensamiento crítico se debilita; cuando la literatura se apaga, el lenguaje público se empobrece; cuando la historia se olvida, la sociedad pierde su brújula.

En un tiempo donde la inteligencia artificial escribe, pinta y compone, necesitamos más que nunca a quienes sean capaces de pensar qué significa “crear”, “entender” o “decidir”. Las humanidades no compiten con la tecnología: la humanizan. Le ponen rostro, alma y propósito.

Un mundo sin Filosofía sería una sociedad sin conciencia.
Un mundo sin Historia, un presente sin raíces.
Y un mundo sin Poesía, un silencio sin alma.

El problema no son los jóvenes: son las condiciones que les hemos puesto. Un mercado laboral injusto, programas rígidos, aulas poco inspiradoras. Hemos convertido el aprendizaje en un trámite y la educación en una inversión calculada. Y claro, cuando el único lenguaje que domina es el económico, las humanidades se vuelven “improductivas”.

La educación no puede elegir entre ciencia y humanismo. Una sociedad que renuncia a las humanidades se vuelve técnicamente brillante, pero moralmente miope.

Las instituciones de educación superior en México no podemos resignarnos a ese paradigma. Debemos repensar nuestra docencia, conectar con los intereses de los jóvenes, hacer dialogar la filosofía con la tecnología, la literatura con la inteligencia artificial, la sociología con el cambio climático. Porque solo así recuperaremos su sentido: no como saberes del pasado, sino como brújulas para el futuro.

Así el Quehacer Político Desde 1980, 45 años inquiriendo en la política de México, cuestionando, exponiendo, revelando y razonando.Es cuanto.

About The Author

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *