El Quehacer Político Internacional a través de la opinión///Carolina Alonso Romei///Oriente Medio al rojo vivo: Irán e Israel, ¿a un paso de la guerra total?

Por Carolina Alonso Romei
Internacionalista
El conflicto entre Irán e Israel, intensificado en junio de 2025, ha polarizado la atención global, no solo por su impacto directo en la seguridad regional y los mercados energéticos, sino por cómo redefine las dinámicas geopolíticas en Oriente Medio y a nivel internacional. Este enfrentamiento, enraizado en profundas rivalidades históricas y una lucha por la influencia hegemónica, involucra a las principales potencias mundiales en un complejo juego de intereses estratégicos y delicado equilibrio de poder.
La animosidad entre Irán e Israel se remonta a la Revolución Islámica de 1979, que transformó la política exterior iraní de una relación cordial con Israel bajo el Shah, a una postura abiertamente anti-occidental y anti-israelí. La República Islámica adoptó una política de apoyo a movimientos como Hezbolá y la causa palestina, consolidando un “eje de resistencia” percibido como una amenaza directa a la influencia israelí y estadounidense en la región.
Desde la perspectiva israelí, el programa nuclear iraní y el apoyo de Teherán a grupos armados en Siria, Líbano, Yemen e Irak representan una amenaza existencial. La detección de uranio enriquecido en Natanz en la década de 2000 y las subsiguientes operaciones israelíes de sabotaje –como el ciberataque Stuxnet en 2010 y el asesinato de científicos nucleares iraníes como Mohsen Fakhrizadeh en 2020– subrayan la determinación de Israel para contener las capacidades nucleares de Irán.
El 13 de junio de 2025 marcó un punto de inflexión con los ataques aéreos israelíes contra instalaciones militares y nucleares iraníes, incluyendo Natanz y el yacimiento de gas South Pars. Israel justificó estos ataques como una medida preventiva para debilitar el potencial nuclear de Irán. La respuesta iraní fue contundente: múltiples oleadas de misiles y drones impactaron ciudades israelíes como Tel Aviv y Haifa, causando víctimas y daños significativos. Al 19 de junio, la ofensiva iraní había provocado al menos 20 muertes en Israel, mientras que los bombardeos israelíes habían resultado en más de 200 bajas en Irán, incluyendo personal militar y científicos clave.
La retórica que acompaña esta escalada es igualmente beligerante. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha enfatizado la necesidad de “contrarrestar la amenaza iraní a la supervivencia de Israel”, mientras que el líder supremo iraní, Alí Jamenei, ha prometido una “respuesta aplastante” y ha advertido severamente contra cualquier intervención externa, especialmente de Estados Unidos.
El conflicto entre Irán e Israel es un epicentro de tensiones que irradian a las principales capitales del mundo, y las potencias globales no han tardado en emitir su postura acerca de este conflicto.
Estados Unidos, un aliado incondicional de Israel y un crítico persistente del programa nuclear iraní, se encuentra en una posición compleja. La administración de Donald Trump en su segundo mandato ha mostrado una postura ambivalente: por un lado, ha expresado su respaldo a los ataques israelíes, afirmando que Irán “nunca ha estado más cerca de tener un arma nuclear” y contemplando una posible participación militar. Por otro lado, ha instado a la evacuación de Teherán y ha demorado una decisión sobre la intervención directa, evidenciando una cautela estratégica para evitar una guerra a gran escala.
La preocupación económica estadounidense es palpable. Los ataques israelíes a South Pars y la amenaza iraní de cerrar el estrecho de Ormuz –una arteria vital para un tercio del comercio mundial de petróleo– han disparado los precios del crudo, superando los $74 el barril Brent. Esta inestabilidad representa un desafío económico para la administración Trump, que busca contener la inflación y asegurar la estabilidad interna.
Rusia, un aliado clave de Irán, ha condenado los ataques israelíes y se ha ofrecido como mediador. Sin embargo, su postura es profundamente estratégica. La profundización de los lazos militares y económicos con Irán, incluyendo el suministro de drones iraníes para el conflicto en Ucrania, sugiere que Moscú percibe esta crisis como una oportunidad para desviar la atención internacional y capitalizar el aumento de los precios del petróleo, que refuerzan su economía sancionada.
El presidente ruso, Vladimir Putin, ha intentado posicionarse como un actor neutral, conversando con líderes de ambos países. No obstante, la ausencia de una alianza militar formal con Irán limita su capacidad de intervención directa, y su enfoque parece centrado en mantener la influencia rusa en la región sin comprometer recursos significativos.
Como el mayor comprador de petróleo iraní, China tiene un interés fundamental en la estabilidad de Oriente Medio. Aunque ha condenado los ataques israelíes y ha respaldado el derecho de Irán a la autodefensa, Pekín ha evitado un compromiso directo. La reciente incorporación de Irán a la Organización de Cooperación de Shanghái (2023) refleja un fortalecimiento de los lazos económicos, pero China prioriza el mantenimiento de relaciones equilibradas con los rivales de Irán, como Arabia Saudita y los países del Golfo, para asegurar el flujo ininterrumpido de energía.
La perspectiva de un cierre del estrecho de Ormuz es una preocupación crítica para China. Por ello, Pekín aboga por una solución diplomática y mantiene una postura de no intervención explícita, protegiendo así sus intereses globales y su suministro energético.
Las potencias europeas –Reino Unido, Francia y Alemania– han expresado su profunda preocupación, manteniendo reuniones diplomáticas con el ministro de Exteriores iraní. La Unión Europea, a través de Kaja Kallas, ha instado a la contención y ha condenado los ataques a infraestructuras civiles.
Europa se enfrenta a un dilema estratégico: su apoyo histórico a Israel choca con la necesidad de mantener relaciones comerciales con Irán y evitar un incremento aún mayor en los precios del petróleo y el gas, que impactarían severamente sus economías. Además, la protección y evacuación de sus ciudadanos en la región es una prioridad clave para países como España.
En Oriente Medio, las reacciones al conflicto reflejan las divisiones y alianzas existentes. Arabia Saudita y Omán han condenado los ataques israelíes como violaciones del derecho internacional, mientras que Irak ha presentado una queja ante la ONU por la violación de su espacio aéreo. Sin embargo, la mayoría de estos países han evitado el compromiso militar directo, conscientes del riesgo de una desestabilización regional más profunda.
El debilitamiento de los aliados de Irán, como Hezbolá y Hamás, ha mermado la capacidad de Teherán para ejercer influencia a través de sus grupos de intermediarios, lo que ha consolidado la posición de Israel. Sin embargo, actores como Qatar han expresado preocupación por los ataques a infraestructuras energéticas compartidas, como el yacimiento de South Pars.
La ONU, a través de António Guterres y Rafael Grossi de la IAEA, ha condenado los ataques a instalaciones nucleares y ha pedido contención. Irán ha invocado la Resolución 487 del Consejo de Seguridad para exigir una respuesta internacional. Sin embargo, la falta de consenso entre las potencias del Consejo limita la capacidad de la ONU para una intervención efectiva. Organizaciones como la OMS y la Cruz Roja han enfatizado el impacto humanitario, destacando la necesidad de proteger a civiles y la infraestructura crítica.
El conflicto entre Irán e Israel tiene implicaciones que trascienden sus fronteras, tales como:
-Riesgo de Internacionalización del Conflicto: La posibilidad de una intervención estadounidense podría escalar el conflicto, atrayendo a otros actores y aumentando el riesgo de una guerra regional. La amenaza iraní de bloquear el estrecho de Ormuz representa un riesgo económico global, con efectos en cascada en los mercados energéticos y las economías dependientes del petróleo.
-Desvío de Atención y Consolidación de Posiciones: La escalada ha desviado la atención de otros conflictos regionales, como la situación en Gaza. Esto ha generado críticas sobre la posibilidad de que Israel esté utilizando el conflicto con Irán para consolidar su posición interna y desviar el foco de las crisis humanitarias en Palestina.
-Desafío a la No Proliferación Nuclear: El conflicto pone a prueba la capacidad de la comunidad internacional para gestionar crisis nucleares. La interrupción de las negociaciones sobre el programa nuclear iraní podría llevar a Teherán a acelerar su enriquecimiento de uranio, acercando al país a la capacidad de desarrollar armas nucleares.
El conflicto actual entre Irán e Israel es el resultado de una compleja interacción de rivalidades históricas, intereses estratégicos y la lucha por la hegemonía regional. Las posiciones de las potencias globales reflejan la intrincada red de dinámicas geopolíticas en juego. La resolución de esta crisis exige un enfoque diplomático coordinado que aborde las preocupaciones de seguridad de Israel y las demandas de soberanía de Irán. Sin una intervención internacional efectiva, el riesgo de una guerra regional con devastadoras consecuencias económicas y humanitarias es inminente. Las decisiones tomadas en las próximas semanas no solo moldearán el futuro de Irán e Israel, sino que también reconfigurarán el equilibrio de poder en Oriente Medio, y más allá…