El Quehacer Político Internacional a través de la opinión///Carolina Alonso Romei///De la Guerra Civil a la Esperanza: El Derrocamiento de Bashar al Assad
Por Carolina Alonso Romei
Internacionalista
Tras 53 años de un férreo gobierno familiar, el régimen de los Al Assad en Siria ha llegado a su fin. Bashar al Assad, quien asumió el poder en el año 2000 tras la muerte de su padre, ha sido derrocado. El pasado domingo 8 de diciembre, las fuerzas rebeldes tomaron Damasco, confirmando así la caída del régimen. Según informes de medios estatales rusos, Al Assad y su familia se encuentran actualmente en Moscú, donde se les ha otorgado asilo político.
El primer ministro sirio, Mohammed al Jalali, ha expresado su disposición a respaldar la continuidad del gobierno en la nación árabe. Esta declaración se produce apenas 12 días después de que el grupo militante islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) y facciones aliadas lanzaran una ofensiva a gran escala en el noroeste del país. Los rebeldes comenzaron por tomar Alepo, la segunda ciudad más grande de Siria, y luego avanzaron hacia el sur, a lo largo de la carretera que conduce a la capital, mientras las fuerzas del ejército sirio se desmoronaban.
Hubo algunos eventos clave en los que vale la pena indagar para poder entender mejor que es lo que está sucediendo en Siria. Lo primero es entender por qué existe una guerra en aquel país. Las aspiraciones democráticas del pueblo sirio, expresadas en las manifestaciones de 2011, se vieron truncadas por la respuesta militar del régimen de Al Assad. El conflicto se intensificó rápidamente, dando lugar a una compleja guerra civil que involucró a múltiples grupos armados, tanto internos como externos. La intervención de potencias regionales como Irán y Rusia, así como el apoyo de Estados Unidos a algunos grupos rebeldes, profundizaron aún más la crisis. La devastación causada por la guerra ha obligado a millones de sirios a buscar refugio en países vecinos y en otras partes del mundo, generando una de las mayores crisis de refugiados de las últimas décadas.
A pesar de las significativas victorias del régimen de Bashar al-Assad, respaldado por Rusia e Irán, que habían logrado recuperar gran parte del territorio sirio, la guerra lejos de haber concluido, se encontraba en una fase de letargo. Las líneas del frente, aunque relativamente estáticas, ocultaban una realidad compleja: vastas extensiones del país permanecían fuera del control gubernamental, especialmente en el norte y el este, donde una coalición liderada por los kurdos y respaldada por Estados Unidos, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), ejercía un control de facto.
El último bastión de la oposición siria se extendía a lo largo de las provincias de Alepo e Idlib, fronterizas con Turquía. Esta región, hogar de más de cuatro millones de personas, en su mayoría desplazadas, albergaba una compleja amalgama de grupos armados. Hayat Tahrir al-Sham (HTS) dominaba gran parte del territorio, pero convivía con una multitud de facciones rebeldes aliadas y grupos yihadistas. Adicionalmente, el Ejército Nacional Sirio, respaldado por Turquía, controlaba zonas específicas, lo que convertía a esta región en un mosaico de alianzas y rivalidades.
¿Qué papel jugó el grupo Hayat Tahrir al Sham en este conflicto? Fundado en 2012 como Frente al Nusra, este grupo militante islamista inicialmente juró lealtad a Al Qaeda, posicionándose como una de las fuerzas más combativas contra el régimen de Bashar al-Assad. Sin embargo, su ideología yihadista, priorizando la instauración de un califato islámico, lo distanciaba de la coalición rebelde predominante, el Ejército Libre Sirio. En un giro estratégico en 2016, Al Nusra rompió lazos con Al Qaeda y se rebautizó como Hayat Tahrir al-Sham, fusionándose con otras facciones para consolidar su influencia en el noroeste de Siria.
A pesar de rebautizarse como Hayat Tahrir al-Sham (HTS) y romper formalmente lazos con Al Qaeda, numerosos actores internacionales, incluyendo Naciones Unidas, Estados Unidos y Reino Unido, continúan considerando a HTS como una filial de la organización terrorista. De hecho, con frecuencia se refieren al grupo por su antiguo nombre, Frente al Nusra. El líder de HTS, Abu Mohammed al Jawlani, figura en la lista de terroristas globales más buscados por Estados Unidos y ha sido objeto de una recompensa millonaria.
Idlib se convirtió en un crisol de violencia durante años, escenario de una sangrienta lucha por el control entre las fuerzas gubernamentales sirias y diversos grupos armados. A pesar de los múltiples intentos de alcanzar un alto el fuego, la región permaneció sumida en un conflicto intermitente. Sin embargo, en 2020, un acuerdo mediado por Turquía y Rusia logró establecer una tregua relativamente estable, aunque frágil, que puso un freno temporal a las hostilidades.
La ofensiva lanzada por HTS y sus aliados el 27 de noviembre, justificada como una medida disuasoria ante la intensificación de los ataques gubernamentales contra civiles, se produjo en un contexto de profunda debilidad del régimen de Al Assad. Años de guerra, sanciones económicas y corrupción habían minado significativamente su capacidad militar y política. Paralelamente, sus aliados regionales se veían inmersos en conflictos propios: Hezbolá, debilitado por la reciente ofensiva israelí en Líbano, y Rusia, con sus fuerzas concentradas en la guerra de Ucrania. Esta confluencia de factores dejó a las fuerzas gubernamentales sirias expuestas y vulnerables, aprovechada por la oposición para lanzar una nueva ofensiva.
Los rebeldes, encabezados por el HTS, lograron una victoria fulminante en Alepo el 30 de noviembre. Su ofensiva sorpresa, lanzada apenas tres días antes, se vio favorecida por la repentina retirada de las fuerzas gubernamentales. Ante la escasa resistencia, los insurgentes consolidaron rápidamente sus posiciones. El régimen de Al Assad respondió con una promesa de aplastar a la oposición, mientras Rusia intensificaba los ataques aéreos sobre las zonas rebeldes. Paralelamente, las milicias respaldadas por Irán reforzaron las defensas de Hama, anticipando un posible avance rebelde hacia el sur.
El último bastión de los rebeldes se encontraba en las provincias de Alepo e Idlib, que limitan con Turquía y albergan a más de cuatro millones de personas, muchas de ellas desplazadas por el conflicto. Este enclave estaba bajo el control principal de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), aunque también lo compartían diversas facciones rebeldes aliadas y grupos yihadistas. Además, las facciones rebeldes respaldadas por Turquía, conocidas como el Ejército Nacional Sirio (ENS), ejercían control sobre parte del territorio, con el apoyo de tropas turcas.
Después de medio siglo de opresión bajo el régimen Baaz y trece años de cruentos conflictos, hoy damos vuelta a la página. Anunciamos el fin de una era oscura y el amanecer de una nueva Siria, construida sobre los cimientos de la libertad, la justicia y la unidad nacional. El primer ministro, Mohammed al Jalali, ha expresado su disposición a colaborar con cualquier líder legítimamente elegido por el pueblo. Por su parte, Al Jawlani ha instruido a sus fuerzas a respetar las instituciones estatales, asegurando una transición pacífica y ordenada.
El derrocamiento del régimen de Bashar al Assad marca el fin de más de cinco décadas de gobierno autoritario en Siria, y abre un nuevo capítulo lleno de incertidumbre, pero también de esperanza para el pueblo sirio. Tras años de devastadora guerra civil, los sirios enfrentan ahora el desafío de reconstruir su país y encontrar un camino hacia la paz y la estabilidad. Si bien la caída del régimen no garantiza un futuro inmediato y libre de conflictos, el compromiso de actores clave, como el primer ministro Mohammed al Jalali y Al Jawlani, con una transición ordenada ofrece una oportunidad para que el pueblo sirio retome las riendas de su destino. La reconstrucción de una Siria democrática, justa y unificada será un proceso largo y arduo, pero la caída del régimen de los Al Assad es un primer paso hacia la recuperación de la soberanía y la dignidad del país.