El Quehacer Político a través de la opinión///Tonatiuh Viniegra Da Paula Oliveira///De farsas, ficciones y farsantes

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El insoportable peso de lo real frente a la conveniente levedad de las ficciones

Por Tonatiuh Viniegra Da Paula Oliveira

Analista


Eludir la realidad, ha sido siempre un mecanismo psicológico al cual se recurre para poder afrontar la presión que nos genera la complejidad de los diversos problemas de la vida cotidiana. Afrontar lo real es duro, es doloroso, es difícil y, a veces, no nos conviene. Queremos eludir la realidad, escapar de sus implicaciones, negar su peso en nuestro universopsicológico. Buscamos todo tipo de recovecos, mitos y ficciones para refugiarnos de lo real. Protegemos, a toda costa, a nuestro universo simbólico de su destrucción y colapso a manos de lo real. Pero, además, necesitamos eludir lo real cada vez que queremos manipular nuestro entorno y a quienes nos rodean. Es necesario jugar topológicamente con los espacios de significado, torcerlos, distorsionarlos, reconfigurarlos y manipularlos de todas las formas posibles, de tal modo que logremos darle a las cosas el significado y el sentido que necesitamos para lograr la manipulación que buscamos ejercer. Lo real muchas veces se convierte en un franco estorbo para poder manipular a nuestro gusto las cosas, y por ello es necesario recurrir a todo tipo de estratagemas. Sin embargo, la cuestión no queda a un nivel tan personal, tan local. Esto va mucho más allá, alcanzando las esferas mas complejas de las estructuras sociales. Por que sí, nuestras sociedades están, en muchos casos, cimentadas sobre farsas; y justificadas y encubiertas por mitos y ficciones que farsantes de toda índole ponen en escena. Como un acto performativo colectivo que decenas, miles y, a veces hasta millones, ponen en escena al unísono. Lo maravilloso de estas farsas y lo que las hace tan efectivas, es que no están en lo más mínimo encubiertas, porque no necesitan estarlo. Estas farsas colectivas se sostienen no gracias a que nadie las perciba, ni a que se confundan con la realdad. Todo lo contrario, su éxito se debe a que tales farsas cumplen una función social fundamental para las masas: La necesidad de eludir la realidad. Así, no es que las farsas sean las culpables de que las personas estén desconectadas o ciegas a lo real. Al contrario, la necesidad de las masas por eludir lo real, es lo que ha dado vida a esas farsas, y lo que las mantiene tan fuertes y solidas a través de las generaciones, los años y los diferentes gobiernosy políticos por los que nuestra sociedad ha pasado. 

En este sentido, tal vez la mayor farsa en nuestra sociedad es la SEP. La secretaria de educación pública es el elefante en la habitación. Sin embargo, a diferencia de la idea general de un elefante gigante que nadie ve en la habitación, en este caso todos ven al elefante. Y no solo lo ven, sino que lo montan, lo alimentan con millones y millones de recursos públicos y ponen a sus hijos a los pies de este elefante en medio de la habitación. La gran farsa, es que la SEP busca el desarrollo social y cognitivo de los niños, cuando en realidad tan solo busca su adoctrinamiento. De este tema y del surgimiento del modelo educativo hablare en mi siguiente ensayo. Como breve adelanto, el sistema educativo tiene su origen en el sistema educativo prusiano, creado por el rey Federico el Grande, en 1763. Y posteriormente concretado por el cancillerOtto Von Bismarck, como una forma de utilizar la psicológica conductista para condicionar a los niños a ser obedientes, a no cuestionar, ser sumisos, seguir ordenes y suprimir todo rastro de individualidad, para que cuando crecieran, fuesen soldados y obreros totalmente obedientes. Pues bien, la farsa de la SEP,es que busca el desarrollo social y cognitivo de los niños. La realidad es que busca crear niños que cuando crezcan no ejerzan ni su individualidad ni el pensamiento crítico. Y para encubrir esta dolorosa realidad, se crean todo tipo de mitos y ficciones alrededor del sistema de educación, que aplican por igual escuelas publicas y escuelas privadas, para disfrazar, encubrir y justificar esa gran farsa. Y es que, al final, no solo son los políticos y gobernantes quienes quieren reducir a los niños a hombres genéricos, a hombres masa que sigan las ordenes de una chicharra y no cuestionen ni desarrollen ni individualidad ni autodeterminación. Y, la realidad más trágica, es que muchos de los padres, de igual forma que los gobernantes, no quieren perder el control sobre sus hijos. por lo que no quieren que desarrollen ni su individualidad ni sulibre autodeterminación. Por eso es que la farsa de la SEP ha logrado perdurar durante tantas y tantas generaciones.

Este mundo está lleno de farsas. Pero todas las farsas, para subsistir, requieren de ficciones y mitos que las justifiquen y encubran; así como de farsantes, con intereses encubiertos que realicen el acto performativo, la puesta en escena de esas ficciones y mitos. Ya que estos farsantes necesitan de las farsas para lograr sus intereses encubiertos (psicológicos, materiales, sociales, afectivos, etc).  Sin embargo, como ya vimos arriba, el problema no son las farsas en sí, sino los farsantes que, en su patológica necesidad de ocultar sus intereses y necesidades encubiertas, se aferran a pretender asumir como verdaderas y legítimas aquellas ficciones y mitos desarrollados tan solo para justificar y disfrazar lasfarsas, como lo es la SEP. Es duro de asumir, pero vivimos en un mundo basado en muchas farsas, que se justifican con ficciones y mitos. Farsas sostenidas por farsantes con intereses encubiertos; o con una dañada autoestima y una patológica incapacidad de reconocer que todo ello tan solo tiene como fin el encubrimiento de intereses, que a veces son meramente narcisistas; e incluso pueden llegar a ser interesesperversos e inconfesables.

Por supuesto que, en un mundo construido con farsas, existen farsas que son ineludibles. Y en esos casos, es inevitable colaborar y cooperar con tales farsas para poder seguir con la vida, seguir prosperando y poder lograr nuestros objetivos. En ese sentido, es siempre preferible -en toda circunstancia- ser un cínico y colaborar con las farsas, manteniéndose plenamente consciente de que son farsas. Con toda claridad de que se está jugando el juego de la farsa, pero únicamente para obtener los resultados objetivos que se desea obtener. Por lo que, más allá de la obtención de esos resultados, de esos intereses personales concretos, tal farsa no mantendrá, en lo más mínimo, ningún interés. Y, por ende, no se tendrá razónalguna para seguir esa farsa más allá de la objetiva y concreta obtención de dichos resultados e intereses. Y es que, aunque sea tremendamente cínico lo anterior, siempre será mejor que optar por auto inducirse una absoluta ceguera y llevarse a unomismo a creer ciegamente en las farsas. Terminando por seguir irracionalmente y sin ningún criterio propio lo que lasfarsas dicen. Y es que, seamos tremendamente sinceros, la verdadera farsa, los verdaderos farsantes, no son los que juegan el juego de la farsa siendo conscientes de que lo es, sino quienes, para justificar el haberse aunado a la farsa, le otorgan una esencia, un carácter de universalidad, de determinismo metafísico y hasta de obligatoriedad. Estos farsantes, al no querer reconocer que solo están buscando sus propios intereses, buscan crear todo un mito, una ficción con que encubrir la farsa, para no reconocer, ni ante sí mismos ni ante los demás, esos intereses encubiertos por los que, desde el inicio, se unieron a una u otra farsa. Por eso es que el verdadero farsante no es aquel que juega el juego de las farsas, sino el que convierte a la farsa en una entidad real, dotándola, farsantemente, de una esencia y de obligatoriedad.Y lamentablemente hay muchas personas que prefieren lasficciones. Muchos aman las farsas, las buscan, las adoptan y las usan para sustentar las ficciones con las que pretenden sustituir la realidad; ficciones con las que buscan eludir, resignificar y torcer lo real. Ficciones con las que buscan negar lo real, ocultarlo, hacerlo desaparecer de la vista de todos. Para que sus ficciones, se impongan sobre de la realidad. Estos, son los máximos farsantes. Por qué usan sus ficciones para, conscientemente, manipular la percepción de lo real. Este tipo de farsantes, pueden llegar a ser verdaderosagentes criminales y personas muy peligrosas, como los sociópatas, narcisistas y psicópatas. Generalmente son manipuladores, gurús y políticos. 

Finalmente, hay una gran diferencia entre reconocer la farsa y cooperar con aquellas farsas que son socialmente ineludibles. En estos casos en donde no podemos eludir las farsas, donde estamos obligados a entrar al juego, podemos ser pragmáticos y colaborar con las farsas, siendo conscientes de que son farsas. No se necesita creerse la farsa para cooperar con ella. Y es que, no por señalar la farsa, se tiene necesariamente que negarse a colaborar. No es así, uno puede ser plenamente consciente de las farsas y a la vez colaborar con ellas por un fin objetivo y por la imposibilidad de escapar de ellas. Pero eso sí, siempre es mil veces mejor tener la objetividad de diferenciar la farsa de lo real, en lugar de auto inducirse una ceguera a la realidad para no reconocer la farsa, para seguir esa farsa como borreguito, de manera totalmente irracional. Es decir, en aquellas circunstancias en las cuales es ineludible entrar al juego, en esos contextos en los que las farsas no se pueden dejar de lado porque son estructuralmente imposibles de evitar, en esos casos, hay que ser pragmáticos y colaborar, sin perder nunca de vista que son eso: Farsas. 

Y se preguntaran ¿A que viene todo esto, cual es la relevancia de todo lo anterior, de todo este choro y que tiene que ver con nuestro contexto político y social actual? Pues lo cierto es que tiene todo, absolutamente todo que ver. ¿Por qué? Por que este dos de junio, la mayoría de los mexicanos salieron a votar por una farsa; y por una serie de ficciones que encubren y justifican patológicamente a esa farsa. La farsa montada por AMLO y su corcholata es tan monumental, que no tiene sentido ahondar mas de lo que ya he hecho en otras ocasiones. Además, no hay forma alguna de hacer ver la realidad a quienes están totalmente comprometidos a negarla. Podrá derrumbarse aún mas el peso frente al dólar, caer por los suelos la bolsa, morir más mujeres de la tercera edad en accidentes provocados por los escoltas de la nueva presidenta electa. Podrán derrumbarse todas las líneas del metro, estar el país tomado por el narco como en Tila, Chiapas o lo que sea, de cualquier forma, la gente se negara tajantemente a reconocer la realidad. Y es que, al final, el problema no es en lo más mínimo la farsa montada por AMLO, sino todas las ficciones que las masas se dedican, día a día, a crear y recitar para justificar la farsa de la cuarta transformación. Pero, ¿Qué motivación patológica impulsa tan histéricamente a las masas para crear y recitar con tanto fervor una ficción tras otra para justificar las farsas de la 4t? uno pensaría, de primer instancia,que es por ingenuidad o por desconocimiento. Y ojala fuese así, sin embargo la realidad es mas decepcionante, pues las masas recitan todos estos relatos ficticios, todas estas ficciones, por que la farsa de la cuarta transformación es la justificación perfecta para que las masas puedan orquestar sus venganzas existenciales. ¿hacia quien o hacia qué? Hacia la vida, como un desahogo histérico y compulsivo. Y es que, para las masas no importa que se destruya el estado de derecho, ni la democracia, ni la división de poderes ni la autonomía de las instituciones ni nada más. Para las masas, todo eso, y mucho más, es un precio que están dispuestos a pagar con tal de ver al mundo arder, y de consumar su venganza contra la existencia -a través de la destrucción de los cimientos del país- con tal de desahogar todas esas frustraciones y resentimientos que han ido acumulando a lo largo de sus vidas. Es por ello que es tan importante para esas masas el encubrir la farsa de la cuarta transformación; y,ahora, su segundo piso, con todo tipo de ficciones, mitos, relatos y narrativas. Por qué las farsas, requieren de ficciones que las justifiquen. Y todo ello, a su vez, solo es el medio para lograr esos objetivos encubiertos. En este caso, la clásica venganza existencial en la que caen tan seguido los pueblos, y por lo que han sido destruidos tantos países y arrastrados a la total miseria. Vaya miseria humana que necesita de la miseria de los demás -y por la que se está en la disposición de pagar con la propia miseria- para ver miserable a los otros. Vaya neurosis que al no ser capaces de afrontar las propias frustraciones y resentimientos, se requiere de la destrucción de los demás, del entorno, del mundo. 

Por supuesto, México no es ni de lejos el único caso. Los rusos eligieron a Lenin y murieron millones de hambre, eligieron a Stalin y fueron mandados a los gulags, eligieron a Mao y millones murieron en la miseria. Eligieron a Hitler, a Mussolini, a Franco, a Oliveira Salazar. Y hoy en día, tenemos muchos farsantes. El pueblo eligió a Putin, en Italia eligieron a la farsante Giorga Meloni, que se la pasa hablando de dios, patria y familia, pero que con su exesposo se dedicaba a organizar orgias. A Milei que hablaba de sexo tántrico y tríos sexuales y ahora se dedica a hablar de las fuerzas del cielo; que prometió destruir el banco central, dolarizar, liberalizar la economía y un montón de mentiras más. Y ni hablemos del farsante Milei como supuesto representante del liberalismo, cuando su discurso es totalmente de derecha y se ha alineado sin chistear a lo peor de la derecha internacional. Milei, es un gran farsante, al igual que lo ha sido AMLO.

En conclusión, las farsas cumplen funciones sociales muy centrales en todas las sociedades. Son elefantes gigantes en la habitación, elefantes que todos ven, que todos reconocen, pero alrededor de los cuales crean todo tipo de ficciones, mitos y relatos para justificar y validar su existencia. Así, la dialéctica de la farsa, implica a una sociedad que se niega a lo real, implica a políticos que buscan controlar y manipular a su población, e implica a masas de personas que abrazan las farsas para lograr aquellos intereses encubiertos e inconfesables, como lo es esa clásica venganza existencial por la cual la gente desea que todo arda, que los ricos se vuelvan pobres, que la clase media desaparezca, que las grandes empresas quiebren, que los individuos pierdan sus libertades individuales y, en general, que todos vivían igual de jodidos, frustrados, y resentidos como ellos.

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