22 noviembre, 2024

El Quehacer Político///Jose Alberto Prado Ángeles///El fundamentalismo, ¿democrático?

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Por José Alberto Prado Ángeles

Director General y Editor

En 2003 se publicó el ensayo El fundamentalismo democrático, del escritor español Juan Luis Cebrián, en el cual, en principio, el autor se cuestiona sobre la pertinencia de articular dos conceptos diametralmente opuestos y, desde luego, contradictorios que, sin embargo, guardan una estrecha relación en el actual orden mundial.
Por un lado, se habla de fundamentalismo, en su acepción negativa, en alusión a los movimientos radicales islámicos que emplean principalmente la violencia como medio de reivindicación de sus demandas y, por otro lado, se hace referencia a la democracia como aquel sistema de gobierno que provee y garantiza los principios de libertad e igualdad de derechos, así como el ejercicio de elecciones libres, periódicas y auténticas.
Ante esta disyuntiva de encontrarnos frente a dos categorías opuestas, retomando las ideas de Juan Luis Cebrián podemos apuntar que principalmente existe un aspecto que une a ambos conceptos: los fundamentalistas tienen la convicción, basada en la intolerancia, de que existe una sola forma de ver y entender los hechos y ella debe prevalecer por encima de otras formas de comprensión de las realidades.
En este sentido, el fundamentalismo democrático se percibe como aquel “movimiento político” que predican quienes consideran a la democracia como una finalidad en sí misma, que debe ser exportada e implantada a aquellas regiones privadas de libertades y garantías democráticas, incluso mediante el uso de métodos poco legítimos y legales como la intervención militar extranjera.
Cebrián en su ensayo ilustra lo anterior con lo acontecido en el año 2003 cuando países como Estados Unidos, Gran Bretaña, España y Australia, justificándose en la doctrina de la guerra preventiva, tomaron la decisión de invadir Irak con el objetivo o mejor dicho bajo el subterfugio de destruir el armamento nuclear en manos de Saddam Husein, pues éste representaba un peligro no solo para dichos países, sino para la humanidad en general.
Al mismo tiempo, estos países exportarían el sistema de gobierno democrático a dichas regiones y terminarían con los regímenes dictatoriales. No obstante, como apunta Cebrián, a final de cuentas no ocurrió ni lo uno ni lo otro. Lo que sí ocurrió fue un saldo de cientos de miles de víctimas mortales. Todo esto le otorgó fuerza a la idea de que las políticas intervencionistas, en nombre de la democracia, obedecieron más a cuestiones geoestratégicas relacionadas principalmente con el control de las fuentes petroleras de aquellas regiones.
Hoy en día Venezuela se encuentra en medio de una crisis política y social. Esta vez la justificación de países como Estados Unidos no es el armamento nuclear, sino la crisis humanitaria. Etiopia, Sudán, Somalia, Haití y otros países también se encuentran en situaciones similares o mucho más complejas de crisis humanitaria, sin embargo, el centro de atención no deja de ser Venezuela, un país curiosamente con las mayores reservas de petróleo en el mundo.
Por esta razón el texto de Cebrián no deja de ser vigente, en virtud de que existen países que, bajo el argumento de combatir el terrorismo, el armamentismo nuclear y ahora la crisis humanitaria, creen tener en sus manos el antídoto para cada problema del mundo.

Así el Quehacer Político Desde 1980, inquiriendo en la política de México, cuestionando, exponiendo, revelando y razonando.Es cuanto.

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