Áreas poco exploradas cambian el panorama de las sociedades prehispánicas
Por Redacción QP
Estudios sistemáticos e inspecciones arqueológicas arrojan luz sobre las sociedades prehispánicas de Sinaloa
En el Sur de Sinaloa, los vestigios arqueológicos más conocidos son los de las cuencas de los ríos Baluarte y Presidio, así como El Calón, en las marismas de Escuinapa; sin embargo, en los últimos años se han realizado investigaciones en otras áreas como el río Quelite, cuyos resultados brindan una mayor comprensión de los procesos ocurridos en época prehispánica en la región.
Sobre estos descubrimientos abundó el arqueólogo Luis Alfonso Grave Tirado al participar en el ciclo de videoconferencias “Apropiación social del patrimonio cultural”, organizado por la representación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Sinaloa, en sintonía con la campaña “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura el Gobierno de México.
Exploraciones en la llanura costera, producto de salvamentos arqueológicos, estudios sistemáticos e inspecciones arqueológicas, han permitido confrontar lo relatado en fuentes históricas tempranas, como las relativas a la conquista de la región por Nuño de Guzmán, con la existencia de unidades político-territoriales -relativamente pequeñas y circunscritas a los márgenes de ríos-, cuyos límites no se extendían hasta topar con los de otra provincia si no que, entre una y otra, había zonas francas.
Algunas de estas unidades tenían una estructura jerárquica, pero otras eran heterárquicas, como se denomina al modelo bajo el cual ninguna comunidad se erige como la cabecera permanente, sino que la gubernatura estuvo repartida entre varios asentamientos, ya sea con autoridad similar al mismo tiempo, o bien, alternándose el liderazgo entre ellos; de manera que “las zonas entre ríos eran autónomas, es decir, no estaban sujetas, pero podían establecer alianzas conforme a su conveniencia”, explicó el doctor en Estudios Mesoamericanos.
“Mientras, la parte más sureña de la región, definida por los ríos Baluarte y Presidio, contaba con sociedades dominadas por una estructura jerárquica: Chametla, en el primero, y Quezala y Colipa, en el segundo; la zona centro-sur: Quelite-Piaxtla-Provincia de la Sal, posiblemente era heterárquica. Esto complejiza aún más la situación del sur de Sinaloa en la época prehispánica”, sostuvo el investigador del Centro INAH Sinaloa.
Respecto a la cuenca del río Quelite, se han detectado aproximadamente 70 sitios arqueológicos, de los cuales solo el denominado El Gachupín pareció funcionar como centro rector; de tal cantidad una decena fueron aldeas, una veintena caseríos, y el resto, caseríos dispersos y casas aisladas.
La cronología se estableció con base en la presencia/ausencia de tipos cerámicos diagnósticos, previamente identificados para el territorio que hoy es el sur de Sinaloa y el norte de Nayarit, la cual abarcó desde el año 250 d.C., hasta la llegada de los españoles, de modo que se puede establecer la secuencia de ocupación del río Quelite a lo largo de la época prehispánica.
En ese sentido, las exploraciones recientes en la cuenca del río Quelite demuestran que estaba extensa e intensivamente habitada, en particular al arribo español, y era una entidad política autónoma e independiente de las que se encontraban en el sur de Sinaloa, pero que era distinta de aquellas pues, al menos en el momento del contacto, carecía de cabecera política.
“Pudimos observar que en el periodo de 500 a 1100/1200 d.C., sí hubo una comunidad: El Gachupín, que se diferencia del resto por su mayor tamaño y complejidad, por lo que debió ser un centro rector, el cual llegó a alcanzar las 15 hectáreas entre los años 500-750 d.C., y aproximadamente, la mitad de la población de la cuenca habitaba en él”, refirió el investigador.
Al ubicarse en una de las zonas más aptas para la práctica agrícola y a medio camino entre el inicio de la serranía y el mar, El Gachupín tenía acceso a un amplio espectro de recursos. De hecho, “es ahí donde observamos la mayor cantidad de conchas de molusco, incluso más que en los sitios cercanos a los esteros y el mar.
“Para la última etapa de ocupación prehispánica en la región, entre 1100/1200 y 1531 d.C., y a pesar de que hubo un mayor número de asentamientos, ninguno pareció funcionar como capital”, finalizó Alfonso Grave, quien ha dirigido 15 proyectos de investigación arqueológica en Sinaloa.