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Economía mixta para la democracia, la concordia y la paz.
Por Mouris Salloum George
Director General del Club de Periodistas de México AC
Aunque parezca mentira, es difícil hablar de la democracia sin contenidos, sin sustantivos; se corre siempre el riesgo de caer en los terrenos de lo vacuo, o en la desesperanza. Ha sido un concepto tan manido que es difícil abordarlo desde puntos de vista aislados, o sólo referidos a una estructura formal de gobierno, surgido de las elecciones.
Es el peor de los sistemas, decía Churchill, con excepción de todos los demás. A lo largo y ancho de nuestra historia se ha comprobado que elegir regímenes mayoritarios electoralmente no es solución de nada; muchas veces, por esta vía, hemos elegido a los peores. Y no se trata de hacer un elogio de los regímenes autoritarios, alejados de su base popular. No; se trata de deducir por qué las soluciones en el tema democrático no son sencillas. Cada día que pasa, la democracia plantea el reto de repensarla desde una óptica propia, y práctica para la vida en convivencia pacífica. Aparte de ser acompañada de un amplio régimen de libertades, la democracia debe de ser garantía de un sistema de vida, no sólo de gobierno formal; si no se ubica un propósito, el concepto plantea un debate interminable, y para nosotros, inacabado.
La nación es su plebiscito cotidiano, decía Ernesto Renan. Es todavía el destino de la humanidad futura, porque admite revisiones, rectificaciones permanentes en las urnas, esas alcancías de la democracia, el juez implacable contra los gobernantes que han fallado en cumplir las promesas sostenidas en campañas. No se agota en los parámetros electorales; va más allá de nuestras narices, pues cada día que pasa es más acogida la percepción entre los estudiosos que el siglo que debía ser la revolución de las conciencias no arrojó el éxito de las democracias, ni la expansión del progreso, ni el triunfo del estado de bienestar.
Siempre hemos sostenido que cualquier gobierno de hoy y del futuro está obligado a restaurar el modelo mixto del desarrollo mexicano, con especial énfasis en la promoción del mercado interno, la única base hasta el momento de medir los grados de avance en el concierto de las naciones. La economía mixta que sustenta la Constitución de la democracia mexicana es considerada en los avanzados países escandinavos como el socialismo del siglo veintiuno. Así como suena. Y aquí la abandonamos hace décadas por privilegiar la corrupción; la despreciamos desde hace muchos años, a pesar de que había producido crecimientos del ocho y nueve por ciento del producto interno bruto, una marca que hoy ostentan las potencias emergentes asiáticas.
El llamado milagro mexicano, con estabilidad, paz y gobernabilidad, fue posible gracias a la implementación de la economía mixta, un concepto de inspiración nacional, aunque usted no lo crea. Pero teniendo la solución enfrente, siempre la buscamos en tierras extrañas.
Este principio toral es de mayor profundidad que cualquier desplante de provocación colectiva; es la única manera de poner fin a la destrucción sin sentido. La consigna casi fundamental de restaurar la paz y la concordia en el rumbo de la Nación. Lo demás, es lo de menos.