24 noviembre, 2024

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Visitadurías lapidadas
Por Israel Mendoza Pérez

Desde hace meses se ha hecho notar ya que si a este funcionario no le gusta algo en la comisión sólo mueve sus influencias con Rosario Piedra y de inmediato se cumple.

La crisis al interior de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se recrudece. La seis visitadurías que conforman el corpus de esta comisión se encuentra en un proceso acelerado de descomposición, maquillado por Francisco Estrada Correa, titular de la secretaría Ejecutiva, quien se ha convertido en un “vicepresidente” de facto.

De acuerdo con las versiones al interior de la CNDH coinciden en que no hay decisión importante en la comisión que no pase por su escritorio, lo que excede por mucho las facultades y atribuciones que la ley otorga al titular de esta secretaría. Incluso, Estrada Correa presume entre sus íntimos que él juega un papel de “delegado de la 4-T dentro de la comisión”.

Desde hace meses se ha hecho notar ya que si a este funcionario no le gusta algo en la comisión sólo mueve sus influencias con Rosario Piedra y de inmediato se cumple.

Su militancia con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y su activismo en el comité Eureka es lo que lo mantiene en un lugar privilegiado dentro de la CNDH. Desde ahí, opera política y jurídicamente.

Estrada Correa le organiza a Piedra Ibarra, de manera represora el control del personal ya que desde que ella llegó a la CNDH no pudo tomar las riendas al 100 por ciento de la comisión. En primer lugar, por su falta de legitimidad en el Congreso y en segundo porque sólo utilizó el cargo para convertirla en una agencia de colocaciones de sus más allegados principalmente en las visitadurías y es lo que reventó sus funciones y se ha convertido en una comisión inoperante.

Los problemas internos de la CNDH derivan de las decisiones erradas de Rosario Piedra, en buena medida fomentadas por su confidente Francisco Estrada Correa. Las visitadurías son lapidadas desde su propia conformación y estructura pues en ellas se ha nombrado directores generales, encargados del despacho de las visitadurías —figura inexistente en la normatividad de la CNDH y por lo que viola la ley—. Aun así se impone la decisión de la ombudsperson.

Y así el ramillete de funcionarios en los que impera el criterio del amiguismo encima del profesionalismo. En la primera visitaduría Paolo Guiseppe Martínez. Es de los incondicionales a Estrada Correa. En la segunda Carlos Fazio solo está por ser simpatizante del selecto grupo de Rosario Piedra. El mismo criterio.

En la tercera, encabezada por Hilda Téllez, quien, si bien ha estado en el tema de derechos humanos, su trabajo no es el más destacable ni relevante en la nueva época de la CNDH.

Para completar el cuadro la cuarta y quinta son las cuotas del sacerdote Alejandro Solalinde. Ahí su protegida Elizabeth Larano tiene más experiencia. Javier López de quien se ha colocado en diversos cargos gracias al tradicional “amiguismo”. Eso es todo.

En la sexta visitaduría, recientemente destrozada por Alexander Francisco Brewster quien renunció luego de que se le exhibió que falseó información sobre su trayectoria, y que saltó de vendedor de inmuebles de lujo en la Riviera Maya a la comisión. Es otro caso. Sin embargo, el desastre no termina ahí, ya que en la estructura de esa visitaduría debe tener dos direcciones generales. Sin embargo, resulta que una la ocupa el que está como encargado de la visitaduría, la otra plaza de dirección general la tiene Víctor Manuel Cuevas Munguía pero está refugiado en el área de quejas. Es decir, tiene tareas menores y por ello cobra un sueldo de 107 mil pesos mensuales. El argumento es que está en esa área comisionado. En ese estado de putrefacción, Rosario Piedra tiene a la CNDH y las visitadurías que en poco ayudan a “defender al pueblo”.

 

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