24 noviembre, 2024

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Porfirio quiere un Guinness

Por Israel Mendoza Pérez

El tiempo político del finalista a la dirigencia de Morena, Porfirio Muñoz Ledo se agota. Y lo negativo en el momento de la purificación y moralización de las instituciones públicas del país es que al también legislador lo mueve la vulgar ambición por el poder, y presumir que es el primer político en dirigir tres partidos en su currículum.

Polémico por naturaleza, Muñoz Ledo tiene más puntos negativos, dentro de su partido y del gabinete de la cuatroté, que positivos para que los reconozcan como el nuevo dirigente de Morena. Ya reventó el el compromiso de respetar los resultados de la encuesta y declarar ser presidente legítimo del partido fundado por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Muñoz Ledo. Segundo

Antes de distorsionar su relación dentro del partido, amenazó con expulsar al canciller Marcelo Ebrard y a su contrincante Mario Delgado. Ahora con un empate técnico para dirigir al partido-movimiento se acerca a un choque con el Presidente, disputa que no le conviene ya que ello implica hasta la renuncia del tabasqueño al partido.

“Lo que acaba a los partidos es el pragmatismo, la falta de ideales, la falta de principios, el buscar triunfar a toda costa, sin escrúpulos morales de ninguna índole. Eso es lo que acaba a los partidos, la ambición del poder por el poder”, pronunció el presidente el 28 de agosto de 2019.

Durante el encuentro entre candidatas y candidatos morenistas, de cara a los comicios estatales de Coahuila a realizarse el 18 de octubre, el coordinador parlamentario le recordó a Muñoz Ledo que fue dirigente del PRI, del PRD y “ahora está obsesionado en dirigir Morena como un capricho personal para pasar al Récord Guinness”.

A lo largo de más de seis décadas de estar en las filas de la política, a Muñoz Ledo siempre le ha tocado ser el segundo al bate en 1975 le dieron la dirigencia del PRI para llevar de la mano al candidato José López Portillo. Sus oficios eran relegados por la élite por su excesivo ego.

En 1993 llegó a la presidencia del PRD y de ahí comenzó a tener sus choques con Cuauhtémoc Cárdenas. De nueva cuenta su carácter explosivo y su ambición desmedida lo llevaron a ser el personaje despreciado. Su carrera de nueva cuenta fue boicoteada por él mismo. Sin olvidar que en esa época fue un facilitador en el sexenio de Ernesto Zedillo en la firma del Pacto de Los Pinos en 1995.

En el año 2000 con su extensa carpeta de ensayo llamada Nueva República se recicló con la derecha foxista. Fueron sus últimas cartas fuertes, en ese camino traicionó a un grisáceo PARM y luego se refugió con el PT y cayó en Morena para continuar con su proyecto y jubilarse como el eterno dirigente de partidos. Cuando se le tuvo consideración por ser uno de los decanos de la política en la Cámara Baja sacó el cobre y reventó a Morena.

Ese es el camino que lleva, el de mantener al partido en el poder en un choque permanente. Su juego de confrontación no es óptimo ante unos comicios competidos como los de 2021. Aún así se mantiene vigente.

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