Falta de feligreses convierte iglesias en bares, museos o teatros
Falta de feligreses convierte iglesias en bares, museos o teatros
Por Redacción QP
La falta de feligreses ha obligado a la Iglesia Católica de Canadá a ceder sus templos a actividades más mundanas, convirtiéndose en museos, teatros, bares, spas y gimnasios, entre otro tipo de negocios.
Un ejemplo es la iglesia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Montreal que fue transformada en el Théâtre Paradoxe (Teatro Paradoja), con un costo de casi 3 millones de dólares en renovaciones.
El espacio, que alguna vez fue sagrado, ahora está iluminado con un gigantesco candelabro color rosay se ha reinventado.
Ahora es un salón donde se celebran, entre otros eventos, conciertos de bandas tributo de Led Zeppelin, lecciones de zumba y fiestas fetichistas, así como foro para programas de comedia.
Pero no es el único caso, pues decenas de iglesias en todo Quebec se han transformado en salas de lectura universitarias, condominios de lujo, emporios de queso y gimnasios de alta categoría.
En otro evento en la iglesia, dedicado al baile desenfadado, decenas de bailarines aficionados y descalzos llenaron el espacio y dieron vueltas en un estado de trance frente al antiguo altar mientras se escuchaban cánticos y tambores.
Varias bancas de madera se transformaron para construir un hermoso bar para banquetes llenos de alcohol, mientras la antigua sacristía donde los sacerdotes se preparaban para la comunión ahora es un vestidor digno de una diva.
Las transformaciones radicales de los recintos sagrados en Quebec reflejan el declive drástico de la Iglesia católica en una provincia canadiense de mayoría católica donde 95 por ciento de la población iba a misa en la década de los cincuenta, pero solo cinco por ciento lo hace actualmente.
El pronunciado descenso en el número de personas que asisten a la iglesia, junto con los altos costos de mantenimiento, ha provocado que grupos patrimoniales, arquitectos y la Iglesia misma piensen de manera creativa con el fin de conservar edificios históricos que están en riesgo de ser clausurados o demolidos.
Hasta abril, se habían cerrado, vendido o transformado 547 iglesias en Quebec, según el Consejo del Patrimonio Religioso de esa provincia.
A lo largo de los siglos, la Iglesia proporcionó salud, educación y dominó la vida cotidiana de Quebec. Aún hay viejas cruces altísimas en toda la provincia, monumentos del pasado.
No obstante, la Iglesia también se opuso al divorcio, censuró libros y acosó a las mujeres para que tuvieran hijos; en la década de los sesenta toda una generación se rebeló, un periodo conocido como la Revolución Silenciosa.
Los funcionarios de la Iglesia católica de Quebec dijeron que la remodelación de las iglesias era un asunto de demografía y pragmatismo económico, aunque reconocían que a menudo se sentían descorazonados al respecto.
Christian Lépine, el arzobispo de Montreal, señaló que en cuanto una iglesia se desacraliza y pasa a manos privadas, las autoridades religiosas no pueden controlar cómo se utiliza.
‘Hay tristeza cuando una iglesia se clausura o se transforma, pero debemos aceptar la realidad’, dijo.
Otro caso es la iglesia de San Matías Apóstol, en un vecindario de la clase trabajadora de Montreal, alguna vez le proporcionó socorro espiritual a los trabajadores de las fábricas. Actualmente, ha sido transformada en Le Chic Resto Pop, donde se sirven generosas brochetas de pollo para los residentes y artistas bohemios, que pueden comprar 70 platillos por 20 dólares.
Lo primero que ven los comensales al llegar es la tumba decorativa que alguna vez contuvo las cenizas de un sacerdote residente, aunque se retiraron los vitrales austeros de la iglesia para permitir que entrara la luz del sol y crear un espacio más secular.
En el caso de la iglesia local en Sainte-Élizabeth-de-Warwick, una ciudad en el centro de la provincia de Quebec con 400 habitantes, se transformó en una quesería de alta gama hace unos años, pero sus propietarios decidieron conservar una pequeña parte de la estructura como una capilla para la comunidad.
algunos residentes se rehúsan a asistir a la misa dominical en una iglesia cuya antigua nave central se había transformado en un sitio para almacenar y madurar quesos.