El Quehacer Político///Jose Alberto Prado Ángeles///Otis deja destrucción a su paso, ineptitud, dolor y un mal manejo
Por José Alberto Prado Ángeles
Director General y Editor
La tragedia sucedida en Acapulco es de tales dimensiones que puede abrir la crisis humanitaria más grave en décadas en nuestro país. Quizá parezca una exageración, pero no lo es, porque no se ha comunicado su verdadero alcance.
Lo sucedido será caso de estudio en muchos aspectos: meterológicos, sociológicos, de protección civil y por supuesto también se analizará lo sucedido en cuanto a la comunicación.
En ese sentido, merece la pena repasar lo sucedido desde el día anterior: vimos cómo la información respecto al peligro fluyó en internet durante ese día previo: las agencias estadounidenses que estudian los huracanes, como las páginas especializadas en el clima advirtieron de la evolución vertiginosa que tenía el meteoro. Las autoridades federales y locales emitieron algunos mensajes aislados de advertencia en las redes sociales que, a juzgar por lo sucedido, muy pocas personas atendieron. Al caer la noche ya se sabía que se trataba de una amenaza de primer orden. Y mientras muchos dormían llegó el impacto de madrugada provocando un apagón en el sistema eléctrico, una suspensión en las conexiones de internet, la rotura de carreteras, y el daño al aeropuerto, amén de la destrucción decenas de miles de viviendas y otras edificaciones en cuestión de minutos. Llegaron las horas obscuras: durante las cuales no supimos lo que había sucedido realmente. Fueron algunos huéspedes desesperados, y algunos periodistas los primeros que hicieron contacto por teléfonos satelitales para exponer la dimensión del daño. Fue notable que en la mañana siguiente al impacto, ninguna autoridad tomó la iniciativa de la comunicación en el lugar para informar respecto a lo sucedido.
Con el paso de las horas los periodistas referían esa ausencia oficial, no solamente por la falta de fuentes autorizadas que comunicarán a la población sobre los pasos a seguir, sino porque como ellos mismos decían, las autoridades no aprecian en el territorio. Luego vino el episodio en donde el Presidente anunció en la conferencia matutina del impacto de forma somera sin aportar muchos datos y, horas después, lo hicieron aparecer en un vehículo militar intentando llegar al puerto vía terrestre, con imágenes realmente lamentables. Para entonces, la información que fluía era la de los medios de comunicación y las pocas imágenes que se trasmitían en redes sociales. Aún no dimensionábamos el tamaño de la tragedia.
Las autoridades locales fueron incapaces de asumir el liderazgo ante la emergencia y prácticamente no hubo comunicación oficial. Miles de personas se encontraban a la intemperie sin agua, sin electricidad y habiendo perdido mucho… incluida la paciencia. Comenzaron a llegar los testimonios de enojo de los habitantes y, poco a poco, las cadenas informativas daban cuenta, ahora sí, de la dimensión de lo sucedido. El Gobierno federal emitió un parte de decenas de muertos, mientras las agencias internacionales advertían que la cuenta podría ser mucho mayor.
A partir de ahí pareció que se ejecutaban acciones para contener la información y tratar de que la dimensión se redujera al ámbito regional. El Presidente se fue de gira al Estado de México y dijo que iría a Acapulco cuando fuera necesario. Luego se difundieron las imágenes de funcionarias federales en gira por la zona y videos de las autoridades municipales pidiendo ayuda. Para entonces, el saqueo se había generalizado en toda la zona, las autoridades policiales no intervinieron y las imágenes de desesperación se multiplicaron, al grado que los reporteros podían grabar testimonios desgarradores en primera persona sin mayor dificultad.
Se dispuso un control de los suministros de ayuda y se dejó correr la versión de que solamente se dejaría pasar a los vehículos autorizados oficialmente con ayuda. Luego se corrigió pero el daño ya estaba hecho: muchas personas en Acapulco se indignaron al tener contacto externo a la ciudad refiriendo la sensación de desamparo e irritación con la autoridad.
La gestión de una tragedia humanitaria requiere de capacidades extraordinarias. Los mexicanos lo sabemos muy bien desde la experiencia del sismo de 1985 en la Ciudad de México. Y lo primero es reconocer que se está en crisis. Ahora, “Otis” está poniendo a prueba esa capacidad de gestión, que puede sintetizarse en testimonios que tocan lo más hondo del corazón que reclaman que hay más muertos de los que se reconoce, y que las autoridades intentan minimizar la tragedia.
Por lo pronto, la sociedad mexicana otra vez se ha puesto al mando de la comunicación y comienzan las muestras de solidaridad que afortunadamente nos caracterizan. Acapulco debe estar en la cabeza de las prioridades públicas y privadas, comenzando por brindar toda información disponible, evitando la distracción, que ahora resulta inhumana, hay una crisis aquí dentro de México y debemos todos asistir a quienes necesitan urgentemente de respaldo.
La información objetiva es lo primero para emprender una reconstrucción solidaria, que seguramente será lenta y costosa; y que como en 1985, dejará cicatrices y lecciones que debemos aprender.
Así el Quehacer Político Desde 1980, inquiriendo en la política de México, cuestionando, exponiendo, revelando y razonando.Es cuanto.