24 noviembre, 2024

Cuando una tormenta se abate sobre la CDMX

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Por Lic Monserrat Cortés Arrona

Cuando una tormenta se abate sobre la Ciudad de México, la lluvia no sólo cae, sino que insiste. Comienza a media tarde como un ligero golpeteo sobre ventanas y parabrisas, después arrecia con una precipitación vespertina que convierte los salpicones en charcos, hasta que finalmente —mediante un clímax nocturno de truenos y relámpagos que caen desde los distantes volcanes– el aluvión borbotea por el desagüe y las hondonadas, hasta convertir el goteo sobre los riachuelos en torrentes bajo los túneles. Las inundaciones sirven para recordar el orden natural de las cosas: el agua es oriunda de aquí de la Ciudad de México.
Como resultado, el abastecimiento de agua para ser bebida, para lavar, cocinar y limpiar debe ser bombeado de manera subterránea por cientos de metros, o desde una distancia superior a los 100 kilómetros. Proveer los miles de millones de litros que requiere esta megalópolis –situada a 2,400 metros por encima del nivel del mar– es una de las grandes hazañas mundiales de la ingeniería hidráulica. Si el dominio sobre el agua es un parámetro civilizatorio, entonces ciertamente la Ciudad de México es uno de los más espectaculares logros de la humanidad.
Al mismo tiempo, desde el punto de vista de la sustentabilidad y de la equidad social, se trata también de uno de sus más absurdos fracasos. Desechar un recurso que cae libre del cielo, para reemplazarlo por exactamente la misma H2O traída desde lejos es caro, ineficiente, un derroche de energía y en última instancia inadecuado para las necesidades de la población. También produce una paradoja: a pesar de que la Ciudad de México tiene más días lluviosos que Londres, sufre de una escasez comparable con la de un desierto, lo que hace que el precio de cada litro de agua sea de los más elevados del mundo, a pesar de que su calidad a menudo sea baja.
Los crecientes costos –sociales, económicos, sanitarios y medioambientales– son una fuente de estrés y conflicto. Los líderes políticos y las grandes corporaciones impulsan proyectos de ingeniería hidráulica aún más voluminosos, que son rechazados por los conservacionistas y por grupos indígenas. El Congreso y las ONGs se enfrentan en cuanto a la posible privatización del agua. Entretanto, la escasez y las inundaciones crean tensiones sociales en la CDMX y en los estados aledaños.
A nivel mundial, el agua es más valiosa, y se le pone mayor atención, que nunca antes. Jamás ha existido una mayor necesidad por encontrar nuevas formas de abordar el problema. Existen pocos lugares que demuestren lo anterior con mayor claridad que la Ciudad de México, donde este vital elemento corre por un sistema que cada día se vuelve más largo, complejo y rebasado. Desde su fuente original hasta llegar al desagüe, la trayectoria de cada gota expresa una historia heroica, trágica, inacabada, de crecimiento urbano y desarrollo humano y la crisis que se avista en el futuro.
Aquí una necesidad real a uno de los problemas de mayor envergadura para los aspirantes a los diferentes órganos de gobierno de la Ciudad de México, tapar los hoyos por donde brota el agua limpia pura y llena de vida.

En mi opinión.Es cuanto.

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