25 noviembre, 2024

“Ma’, no te vayas a espantar”

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“Ma’, no te vayas a espantar”
Por Ana Luisa Arenas
Tengo 48 años, una hija de 22. Ambas fuimos a la marcha este domingo, para mí era la primera vez, para ella, era la cuarta. Yo crecí con instrucción católica, ella lo más laica posible.
Llegamos en Uber al monumento a la Revolución “para que fuéramos seguras” dijo su padre.
La cita era a las dos, nosotras llegamos antes de la una y buscamos nuestro contingente, Marea Verde nos dio nuestro paliacate con la consigna “Aborto seguro, legal y gratuito” y un tatuaje temporal; nos pusimos bloqueador solar y esperamos la indicación para avanzar.
Apareció el primer hombre necio en el grupo “Fuera hombres” empezamos a gritar, él intentó retarnos, alguien dijo “¡este güey nos está tomando video!” “Órale, cabrón, lárgate de aquí, hay contingente mixto y deja de tomarnos video”, el hombre se mueve lento mientras no dejamos de gritarle, pero nadie lo toca, mucho menos lo empuja.
Ya, la indicación de empezar a avanzar, al inicio va un grupo de aproximadamente quince mujeres con bebés en carreola, después vamos todas, somos tantas que no se puede avanzar, damos vuelta para llegar a Reforma y vemos humo, o algo parecido; casi una hora nos toma llegar a la esquina, pero gritando “El que no brinque es macho”, la espera no se siente. No hay señal, no podemos reunirnos con todas nuestras amigas, pero todas son tan amables y vamos tan emocionadas que estamos bien y sabemos que ellas también lo están.
Reforma, humo y una leve picazón en la garganta, seguimos, tomamos Juárez,  una hora para llegar al Hemiciclo, los helicópteros sin rótulo, dos drones, la gente del salón Victoria y desde otros edificios aplaudiendo. Algo pasa, todas empiezan a gritar “Sin violencia, sin violencia” y veo algunos encapuchados, hay hombres y mujeres, caminan sobre la Alameda y no forman parte del contingente, al menos no del de Marea Verde. De pronto se escucha un golpe seco, muy fuerte, alguien está rompiendo la protección de un banco y empezamos a gritar “Fuimos todas, fuimos todas”, “No estás sola, no estás sola”. Seguimos.
De pronto hay una poca de señal y recibimos el mensaje de una amiga que va en el grupo de mamás con niños/as menores de doce años “hay desmadres con la policía en el Zócalo, si pueden no lleguen, además hay una feria y no se puede pasar”.  Otra vez humo y policías llegando por 20 de noviembre, lanzan más humo, no sabemos muy bien qué sea, pero muchas corren, nosotras nos subimos a la banqueta y seguimos.
Qué poca madre, la calle está cerrada, tenemos que caminar para llegar, los golpes a las protecciones siguen, hay pintas por todos lados, vidrios rotos, todos los comercios están cerrados, ah, una taquería está abierta, veo que los meseros intentan poner una protección, las meseras son inteligentes y sacan una manta morada “Ni una más”, nos reímos, qué genialidad justo en el momento preciso, obvio todas les aplaudimos y nadie rompe ni un vaso. Seguimos, pero ya somos miles menos, la táctica en Bellas Artes funcionó y muchas se fueron; está bien planeado, justo en ese punto pudieron meterse al metro e irse. Ni modo.
Caminamos tranquilas hasta el Zócalo y justo en la esquina hay una camioneta, ¿qué chingados hace ahí? Alguien ya decidió que decorada con grafiti y vidrios rotos es un estorbo más bonito y otra vez, ni modo.
El Zócalo no tiene la bandera, se puede caminar con libertad, muchas chicas están acostadas junto a sus pancartas, otras están comiendo, cantando, bailando, otras platican como si estuvieran en una reunión de trabajo. Otras suben a un camión, parece una fiesta, no lo es, con diez feminicidios al día no puede ser una fiesta, pero el Zócalo es morado y eso hay que celebrarlo.
Hay que celebrar que alrededor de doscientas mil decidimos acompañarnos y exigir acciones concretas, no misas diarias desde Palacio Nacional, para garantizar nuestra seguridad, para que la impunidad no sea la forma de impartir justicia en este país, para que si una o miles salimos, una o miles, regresemos. Para que el ser mujer no sea nunca más una desventaja, para que ya jamás se nos considere un adorno, un estorbo o una posesión a la que se le puede tocar, acosar, “pendejo, no, te dije que no, mi cuerpo es mío, sólo mío; matar, “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”.
México, primer lugar en feminicidios en América Latina, no, no es un favor el que se pide, es una exigencia, ¡ya basta! Y no es una amenaza, es una promesa, a esto ya nadie lo para, éste es el momento, no hay arrepentimientos, no hay lugar para tibiezas.

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