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La carta nunca llegó
Por Israel Mendoza Pérez
Morena es un barco a la deriva. Mal tripulado por la secretaria-presidenta Yeidckol Polevnsky y abandonado por su fundador Andrés Manuel López Obrador. A lo largo de un lustro de existencia de este partido político se ha deformado su esencia y la “sana distancia” es una grieta que se profundiza por los intereses yuxtapuestos entre la dirigente y la militancia de a ras de suelo.
Desde noviembre de 2019, el partido se encapsuló en una lucha interna sin límite de tiempo. Lo extraño es que en esos momentos de crisis interior, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que enviaría una carta al partido de Morena antes del proceso de renovación de la dirigencia nacional, para pedirles que no realicen fraude electoral, acarreos y permitan que los militantes elijan a su nuevo líder en plena libertad.
Sin embargo, a través de una solicitud de información a la Oficina de la Presidencia y a Morena no se tiene registro de un intercambio de cartas entre el Presidente y la dirigencia del partido en todo 2019. Lo dicho por el presidente en la mañanera quedó sólo en un amago para calmar los ánimos en Morena. Pero no funcionó. Sin papel de por medio se le dio manga ancha a Yeidckol Polevnsky de apoderarse del partido y ganó impunidad.
Ante los medios de comunicación López Obrador anunció que enviaría la misiva antes de que se realizara el Congreso Nacional de Morena entre el 23 y 24 de noviembre, “para que no haya cabida al oportunismo y a la politiquería, pues el movimiento que lo llevó al poder, debe dar el ejemplo de un ejercicio democrático, no de política neoliberal”, sentenció.
A tres meses de distancia, los resultados de no enviar una misiva para calmar los ánimos están a la vista. Un partido hecho pedacitos. Los intereses de Yeidckol y de Bertha Luján llevaron a recordar aquellas batallas épicas por la pelea de la dirigencia del PRD en la que Jesús Ortegay su grupo Nueva Izquierda se enfrentaba con las demás corrientes políticas antagónicas para tomar el control del partido previo al reparto de candidaturas y palomeo de aspirantes.
El último desaguisado entre ambas fue el pasado 24 de enero cuando a través de una carta Bertha Luján le solicitó a Yaidckol Polevnsky dar de baja a congresistas nacionales por defunción, sanción y/o licencia en esa lista se encontraba Andrés Manuel López Obrador y bajo el argumento de “pertenecer al gobierno federal y ser un hecho notorio y público que son funcionarios de alto nivel”. Esa fue una nueva batalla.
Pero más allá de recordar su pasado cercano en el partido del sol azteca y evitar esos errores, López Obrador se remonta a lo que fue el PRI. El año pasado afirmó que ya se acabó la política antigua de los líderes morales, cacicazgos y primeros militantes, como se le solía llamar al presidente de la República en el PRI. De los errores en el PRD no se habla es como si su historia se salta del PRI a Morena.