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Un México con hambre y sed de justicia
Por Mouris Salloum George
Director General del Club de Periodistas de México AC
El próximo 6 de marzo se van a cumplir 26 años de que, a kilómetro y medio de Los Pinos, el candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, al concluir su primera y única etapa de su campaña, dijo haber visto un México con hambre y sed de justicia.
El Hombre de Magdalena de Kino había entregado cuatro meses antes la Secretaría de Desarrollo Social. Había visto pues, y sabía de lo que hablaba.
A la Sedesol llegó Colosio después de haber presidido el PRI. Le tocó conocer la resistencia de la militancia cuando Carlos Salinas de Gortari pretendió cambiarle el nombre al tricolor para ponerle partido de La Solidaridad.
El Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol), era el boque insignia de la política social del salinismo desde que el ex titular de la Secretaría de Programación y Presupuesto se instaló en Los Pinos.
A dicho programa se le creó un Consejo Técnico Consultivo para el seguimiento y evaluación. Por ahí conservamos la minuta correspondiente a uno de los primeros semestres de operación: En Oaxaca y Tabasco, se habían “entregado” subsidios a localidades de comunidades indígenas inexistentes(las localidades), pues habían desaparecido a causa de los terremotos en el primer estado y las inundaciones en el segundo. Sus pobladores habían emigrado a otros estados e incluso a los Estados Unidos.
¿Se les siguen “pagando” sus votos a personas muertas?
Desde entonces, pues, el clamor por la justicia asistencialista, que Enrique Peña Nieto simuló atender con la Cruzada Nacional contra el Hambre.
La semana pasada, el titular de la Auditoría Superior de la Federación, David Colmenares Páramo entregó a la Comisión de Vigilancia un reporte preliminar sobre la revisión de la Cuenta Pública de 2018. Sólo una probadita: A 24 mil personas fallecidas, la Sedesol les “entregó” 40 millones de pesos. Todavía está por indagarse si el depósito se hizo en algún cementerio municipal o en una narcofosa.
Cesó el rayo, pero el estruendo nos sigue ensordeciendo. Es la marca de la casa del neoliberalismo. Qué le vamos a hacer.