Migrantes viven odisea en México
Hombres, a menudo jóvenes, otros ya varias veces expulsados de Estados Unidos, mujeres viajando con niños pequeños o incluso embarazadas, cuentan su largo trayecto
Por Redacción QP
Desde la frontera sur con Guatemala hasta la frontera norte con Estados Unidos, la AFP acudió durante 24 horas al encuentro de migrantes que persiguen su “sueño americano” a través del territorio de México, arriesgando sus vidas.
Andrés Sánchez, 18 años, Ciudad Juárez
“Ser migrante es ser rechazado”, lamenta Andrés un día después de su segunda expulsión de Estados Unidos.
Consigo no lleva más que una biblia y una billetera fabricada de bolsas plásticas.
Andrés estuvo detenido durante dos meses después de haber intentado cruzar la frontera estadounidense con una visa de turista falsa que le vendió un traficante por tres mil 500 dólares, pero el documento había sido declarado robado.
“En la prisión hace mucho frío, casi no duermes y la comida es muy mala”, dice desde un refugio para migrantes de Ciudad Juárez dirigido por un sacerdote.
No sabe si intentará cruzar nuevamente porque la próxima vez se arriesga a pasar seis meses en prisión, según le advirtieron las autoridades estadounidenses.
En Puebla, de donde es originario, Andrés trabajaba como obrero, pero sueña con llegar a Denver, Colorado.
Micaela Pérez, 24 años, Ciudad Juárez
“Es muy riesgoso ser migrante”, confiesa Micaela al día siguiente de su tercera expulsión de Estados Unidos. El desierto “es muy feo para cruzar (…) Me acabo la comida y el agua, pues ya me entregué” a las autoridades, recuerda.
No tiene ninguna pertenencia, ni un centavo en el bolsillo. La ropa que trae puesta se la donaron en el refugio de migrantes.
Originaria de Chiapas, el estado más pobre de México, Micaela intentó cruzar la frontera por tercera vez este año para reunirse con su marido que vive del otro lado, clandestinamente, desde hace dos años.
En marzo pagó mil 500 dólares a un coyote para cruzar el Río Bravo pero fue detenida por la patrulla fronteriza y retenida durante seis días. La próxima vez se arriesga a pasar 20 años en prisión, le advirtieron los guardias fronterizos.
Raquel Padilla, 27 años, Guadalajara
Migrar “es el sueño de todo centroamericano”, dice Raquel de 27 años.
Este es su primer viaje, pero extraña a su hijo que se quedó en Honduras. Llegó hasta Guadalajara usando rutas alternativas y está en el refugio desde hace ocho días con un amigo.
¿Su bien más preciado? “Es el bebé que llevo en mi vientre”.
Ángel Saravia, 61 años, Tijuana
Desde hace más de cinco años, Ángel, 61 años, vive en una cabaña cerca de la frontera en la garganta del Cañón del Matadero en Tijuana.
Ángel dejó tras de sí una vida de migrante. La última vez que lo expulsaron de Estados Unidos fue hace seis años.
“Es algo importante para nosotros, emigrar, porque se mueve uno para salir adelante (…) aunque se sufre, pero tiene que correr el riesgo”, asegura.
Aquí “es como un santuario, vives lejos de la sociedad que todo el tiempo nos está recriminando que los deportados son criminales (…) Aquí estamos lejos de donde nos estén señalando y vivimos en paz”.
Graciela, 16 años, Tijuana
La hondureña Graciela viajaba sola. Dio a luz a su hijo César en un baño cerca de la frontera sur, en Chiapas.
En este refugio juvenil de Tijuana, espera que las autoridades vengan para declarar el nacimiento de César.
Quiere que ambos obtengan sus documentos mexicanos y enseguida hará una solicitud de asilo en Estados Unidos.